SlideShow

1

El Funeral (El Final es Otro Comienzo II)

Hoy día fue un día lleno de emociones sin duda. No dormí muy bien de noche, por lo que no me costo mucho despertar a fin de prepararme para la ceremonia que tomaría lugar aproximadamente a las 09:00 de la mañana. Sin embargo, mi primo llego mas temprano debido a que en la Iglesia harían una especie de biografía para mi abuela, por lo que llegamos con media hora de anticipación.

El velorio de mi abuela duro dos días y fue celebrado en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (aka mormones gringos que van por las casas). Mi abuela había sido mormona, y ella misma había pedido que el día que ella muriera quería ser velada en la Iglesia por la cual había dado tanto. Su deseo fue cumplido tal como ella lo pidió.

Mi abuela siempre fue una persona especial; recuerdo tardes inolvidables con ella tomando tecito, contándome historias acerca de la vida en el campo y Santiago en años inmemorables, hablándome sobre la biblia o enseñándome todo tipo de cosas. Del mismo modo, era una mujer que siempre tuvo clara las cosas e incluso su ropa de muerta la tenía asegurada: una falda de color verde con bordados dorados simulando una hoja, una blusa blanca y un velo para cubrir su rostro. Creo que esto les puede dar una idea de donde saque algunas de mis manías...

Una de las cosas que me sorprendió cuando vi a mi abuela en aquel ataúd fue su rostro: si alguna vez han visto a alguien en sus últimos días, sabrán que siempre está aquella expresión de horror en el rostro de la persona (sobre todo si están en condiciones muy dolorosas), sin embargo, en mi abuela aquella expresión se había ido y en cambio una expresión pacífica había aparecido. Lucía como una tierna niña descansando luego de un viaje agotador :)

Bueno, volviendo a donde quedé en la historia, llegamos a la Iglesia y ya habían algunas personas esperando en el lugar. Tomamos asiento con mi hermana y esperamos a que el lugar estuviera un poco mas poblado hasta que el Obispo de la Iglesia se acerco al podio para informar que se darían algunas palabras por mi abuela con fin de hacer una especia de "Biografía".

Tres de mis familiares dieron palabras sobre mi abuela y una tristeza colectiva inundo la Iglesia; lágrimas, sorbos y pañuelos se escuchaban por doquiera al hacer un recuento de los bellos momentos y recuerdos sobre mi abuela cuando estaba viva. Fue demasiado triste el recordar muchas cosas sobre ella y no pude evitar sentirme devastado al saber que ella ya no volvería a estar entre nosotros. Las palabras terminaron y los hermanos de la Iglesia cantaron la canción favorita de mi abuela: "Roca de eternidad"



Fue un tanto gracioso escuchar esta canción ya que recordé a mi abuela cantándola. Lamentablemente, mi abuela no era muy buena cantando, y lo peor de la situación era que le gustaba hacerlo...

Una vez terminado el servicio, todos salimos de la iglesia ya que debíamos irnos al cementerio a proceder con la sepultura. Cuando iba bajando como toda una diva, de improviso uno de mis primos me dice: 

-Stev, todos los hombres vamos a bajar el ataúd de mi abuela a la carroza. 

Al principio quedé con cara de "¿ya y?", pero luego de un minuto de sinapsis recordé que soy hombre, y que tenía que ayudar a bajarlo. Que manera tan poco caballerosa de pedirlo.... shame on you, Robert! >:(

Debido a que estábamos en el segundo piso de la Iglesia, tuvimos que tomar el ataúd y bajarlo por una escalera que estaba al costado, hasta la carroza que esperaba lista su llegada. 


Luego de eso, mi familia y yo tomamos la Van que la funeraria había dispuesto para la familia que no tuviera transporte propio hacia el cementerio. 



La caravana salió desde la Iglesia y avanzo por todas las calles que alguna vez mi abuela había caminado; cuando llegamos a la casa de mis abuelos un sentimiento muy fuerte de tristeza se hizo presente y no pude evitar pensar en como esa sería la última vez pasando por aquel lugar. Al fin y al cabo, todos vamos para el mismo lugar, una oscura, triste y fría sepultura...

El resto del viaje fue un tanto tranquilo hasta que llegamos al cementerio. Nos reunimos todos en la entrada, donde un gentil caballero nos esperaba con las flores de mi abuela y guiarnos hacía la bóveda donde sería depositado su cajón. 




 


Comenzamos el camino hacia su bóveda, la cual estaba casi al final del cementerio, por lo que fue un largo camino. El sol que se alzaba en el cielo no ayudaba mucho en aquellos momentos, por lo que muchos compramos aguas minerales en la entrada para poder combatir aquel calor. Me fue un tanto difícil fotografiar el camino, pero de aquella parte logre capturar esto:





Habiendo llegado todos a la bóveda, que estaba abierta esperando por mi abuela, se procedió a dar unas últimas palabras y a despedirse. Fue un momento muy íntimo y delicado, mis primas dieron algunas palabras y todos lloraban al momento de cerrar la tapa del ataúd. Luego de haberla despedido, los sepultureros tomaron el ataúd con arneses y en un dos por tres descendieron el ataúd hasta el final de la bóveda; tomaron la loza y procedieron a sellarla. 


Mi abuela se había ido para siempre.


Los mormones dieron unas oraciones, cantaron su canción una vez mas y se despidieron de nosotros. Mis tíos agradecieron su apoyo y luego llego el momento de marcharse y dejar a mi abuela descansar en su nuevo lugar. 




Esta vez me vine en el auto de mi primo y no pude evitar recordar todos los momentos junto a mi abuela. Sin duda, es difícil ver como una persona con la que estuviste 20 años de tu vida se te va y nunca mas la volverás a ver. Es difícil aceptar que un ser querido se va de este mundo, no importa cuan preparado puedas estar, o cuanto conocimiento tengas, siempre es difícil dejar ir a alguien que amas...

En estos momentos son mas de las 10 de la noche y estoy solo en mi alcoba con mis pensamientos y mis recuerdos. Tengo que estudiar literatura, arreglar el ensayo de Duff y poner mi mejor cara para seguir siendo la persona que soy cuando llegue el lunes a la Universidad. No quise contarle a muchas personas esto, ya que no me gustan las condolencias. No escribí esto con el afán de publicar mi vida a todo el mundo, es tan solo para yo mismo no olvidarme donde estoy. Es raro que hace tan solo unos días publique algo relacionado a cerrar ciclos. Hoy se acaba de cerrar otro y no sé cómo sentirme al respecto. Espero que todo salga bien de ahora en adelante. 
1

El Final es tan solo otro Comienzo

El tiempo y yo... Nunca dejo de sorprenderme, 
¿Cuánto ha pasado desde que escribí esta historia?

Jean


El día viernes fue un día especial en muchos sentidos. Sentir el apoyo de mis compañeros, junto con el ver mi nombre en la lista de seleccionados para irse a UK fue algo que me conmovió en lo mas profundo. De alguna manera sentí que todo el esfuerzo que he puesto desde hace muchos en años en las cosas que hago había traído su recompensa.  Por otro lado, creo que entendí el por qué de algunas cosas buenas, y también malas, que me habían pasado este último tiempo.

Fue entonces que, estando en el circulo de festejación, recordé que Anne muchas veces me había dicho que tenía que postular a alguna beca (sí, la Anne de la historia y esta que hablo son la misma...), por lo que salí con paso apurado a contarle emocionado lo que había ocurrido.

Mientras iba en el camino, recordé las cosas que me habían ligado a entrar al curso de francés, como también las cosas que pasaron después de eso. Mis pasos se hicieron mas lentos, a medida que una antigua canción resonaba en mi cabeza; el camino se volvió un tanto nostálgico y casi pude sentir a mis dos personajes mas queridos caminar conmigo.

Entre al departamento de Francés y corrí hacía la oficina de Anne. Sin embargo, cuando llegué a ella, al mirar por la ventana descubrí que su oficina estaba vacía...

Anne se había ido para siempre.

Sí, ella había dicho que se iría de Santiago ya que la delegación de Bélgica la tenía que enviar a trabajar a Concepción. Pregunté al director del departamento de Francés y me dijo que ya no volvía a la Universidad otra vez.

El sentimiento de nostalgia se acrecentó en mi y mientras me devolvía miré por última vez a aquella oficina donde muchas veces soñé y encontré inspiración para mis historias; una cajita de té vacía había quedado en su escritorio, mientras que las paredes blancas parecían despedirme.

Salí de aquel departamento y respiré hondo. Creo que su ida simboliza el nuevo paso que tomaré en unos meses mas; el dejar el pasado atrás y comenzar una nueva historia donde seguramente más personajes aparecerán, con nuevas situaciones y sensaciones nuevas. Es curioso que los lugares mencionados en aquellas dos historias serán donde posiblemente pasaré unos cuantos meses.


Estoy orgulloso de que Jean y Ofelia me hayan dado una imagen de esto hace mucho tiempo atrás.


Ahora, pueden finalmente irse... :)



1

El Extraño Caso del Niño de las Flores

     Nunca se había sentido tan miserable en su vida. Atado de pies y manos. Sin esperanza de poder ver una luz en el horizonte. El lucero en el camino. La voz amable que te guía por el laberinto cuando todo parece estar perdido. Había quedado solo y abandonado. Todos los que alguna vez lo habían amado desaparecieron, como si su existencia valiera menos que la mugre que manchaba sus zapatos.

     Apenas podía escuchar los pájaros en la mañana. Contemplar la salida del sol y el atardecer en un parque. ¿Por qué la gente ya no valora aquellas cosas? ¿Acaso todo rastro de cordura había sido erradicado del planeta? Tenía el presentimiento que el final estaba cerca. El olor a muerte se hacía espantoso a medida que los días pasaban. Quizás había llegado su fin; el final de esta vida que alguna vez aprecio tanto.
Sin mas acompañante que su propia sombra emprendió su última salida.

     “Las calles de noches son interesantes” pensó mientras caminaba. La ausencia de personas daba un escenario perfectamente desolador. Las lámparas arrojaban su luz de color naranjo sobre las calles indolentes; la lluvia del día anterior hacía que el pavimento brillara, junto al musgo que había brotado tímidamente en los rincones de las panderetas. Los edificios proyectaban una oscuridad penetrante: era como que si algo quisiera esconderse de los faroles nocturnos. Es demasiado extraño que los humanos escojan la noche para descansar. ¿Será que en la oscuridad es donde uno de verdad encuentra descanso?

     A los pocos metros de su paseo nocturno encontró una banca. Decidió sentarse a contemplar las pocas estrellas. ¡Cómo odiaba el cielo de la ciudad! Nunca se podían ver las estrellas. En la infinitud de la vía láctea una estrella era de el. Se le habían regalado hacía mucho tiempo. Siempre que el se sintiera solo, esa estrella lo alumbraría a él. Sonaba ridículo, por supuesto que sí, pero algo en su interior lo hacía reconocer su estrella. Era grande y brillante: como un lucero. Era la estrella mas brillante de todas y el la amaba. La amaba porque era un presente; el presente de una persona que amó con todo su corazón.

     Una música resonaba en sus oídos. ¿Era música gitana? Al parecer sí. Era un extraño ritmo extraído de algún lugar que el no conocía. Había olvidado esa canción y ahora la recordaba. ¡Que belleza era poder recordarla! ¡Qué hermosa melodía! Aunque no podía comprender lo que la cantante decía, sabía en su corazón que la canción hablaba de un amor perdido. Aquel amor que dura solo unos momentos y se va. El que te abandona, sabiendo que el que más sufre es el que queda. Y ahí estaba él, sentado en una banca a la mitad de la noche cubierto en frío.     

     Bajo su cabeza involuntariamente y vio su sombra. La luz más cercana comenzó a parpadear apagándose por completo. Su sombra se había ido con la luz.

-Incluso tú me abandonas… -

     Miro hacía la calle. Todas las luces se comenzaron a apagar. La oscuridad lo rodeo por completo haciendo que la luz de la luna fuera su única guía.

     De improviso comenzó a oír un sollozo. Era de un niño seguramente. La curiosidad lo invadió rápidamente y saltando bruscamente de su banca lo comenzó a buscar. La oscuridad no lo dejaba ver bien el lugar. Sin embargo, a los pocos segundos encontró la fuente de los sollozos: un niño pequeño lloraba cerca de un farol cercano. Era pequeño, seguramente tendría unos cinco años, cabellos morenos y ojos claros como la miel. 

-¿Qué pasa pequeño? – preguntó.

-Tengo miedo. Mi mamá aún no llega – respondió.

     Se sintió completamente extrañado. Aquel niño estaba ahí solo en medio de la noche buscando a su madre.

-¿Tu madre te dejo acá? Puedo ayudarte a buscarla – le sugirió.

-Siempre me deja acá, pero hoy se ha demorado mucho – contestó.

-¿Y por qué no te dejo en casa? – pregunto horrorizado frente a lo que el niño decía.

     El niño no contesto a la pregunta que el le hizo. Decidió no insistir mas y decidió llevar al niño con el a la banca mas cercana. Se quito el abrigo que tenía puesto y lo coloco encima de este. Extrañamente no sentía tanto frío como hacía un rato atrás.

-¿Estás mejor así? Nos quedaremos acá hasta que llegue tu mamá –

-Gracias, señor. ¿Qué hace usted acá? – pregunto un tanto curioso.

-Nada. Tan solo vine a mirar la noche. Pronto me moriré – dijo en un ataque de sinceridad que lo sorprendió.

     El niño abrió sus ojos grandes, los cuales relucieron a la luz de la luna. Una sonrisa ilumino su rostro y dijo emocionado:

-¡Que lindo! –

     El hombre quedó un tanto extrañado. ¿Cómo era posible que un niño se alegrara con la idea de su muerte?

-¿Por qué crees que es lindo? Morir no es algo lindo. Es muy triste morir así… - dijo un tanto cabizbajo.

-Mi mamá me dijo que las personas cuando se mueren se van al cielo. Mi abuelita está allá junto con mi papá y si te mueres los vas a ver. Me gustaría verlos de nuevo. Los extraño mucho y mi mamá dice que cuando yo me muera los podré ver de nuevo – dijo el niño un tanto triste.

     Algo extraño rodeaba la figura de ese niño. Le intrigaba saber el porqué de ese niño ahí en el medio de la noche. Abandonado tal como él. En cierta medida sentía que le era familiar, pero no sabía en qué…

-¿Tu papá murió?

-Sí. Murió hace un año atrás y desde entonces mi mamá me tiene que dejar solo para conseguir dinero. Mi mamá no es buena – dijo el niño.

-¿No? – pregunto extrañado.

-Me pega a veces cuando no consigue dinero. Me dice que es mi culpa que mi papá ya no está y me da pena – dijo con lágrimas.

     Sentía mucha pena por aquel niño. Su vida era corta y ya tenía mucho dolor en su corazón. Lo sentía con tan solo escuchar su armoniosa, pero triste voz. Sin embargo, sabía que sus fuerzas no lo acompañarían mucho. El se iba a morir y ese niño quedaría ahí tal como el mismo: solo.

-Desearía poder ayudarte, pero moriré y no puedo hacer nada por ti. Nada – dijo abrazándolo fuerte. 
Sentía que la vida se le iba tomando en sus brazos a aquella criatura tan frágil – si tan solo pudiera hacer algo por ti… -

     El niño lo miro y sonrió. La tristeza que estaba en el había cambiado. Un tinte de alegría invadía su rostro.

-Yo sé una forma en la cual tú puedes cuidarme para siempre – dijo el niño.

-¿Si? – pregunto él.

-Llévame a jugar y te contaré –respondió el niño.

     Tomo al niño de la mano y sin pensarlo lo llevo a la plaza más cercana. La luz de las farolas aun no llegaba, pero parecía que esto no afectaba la visión del infante. La luz lunar parecía guiarlo perfectamente en sus juegos infantiles.

     Los columpios subían y bajaban mientras ambos corrían por aquel parque; la resbaladilla se sentía fría al momento de lanzarse a través de ella, mientras intentaban al final de su viaje trepar uno de los arboles mas cercanos. Si una persona hubiera visto aquella escena se hubiera impresionado al ver como un adulto y un niño jugaban como iguales a la mitad de aquella fría noche.

     Exhausto de jugar, el niño le pidió que se sentara en el pasto mientras el iba en busca de algo. Tomando asiento, aunque no se sentía para nada agotado, se dedico a observar como el niño recogía unas flores de un jardín cercano. Era extraño como había terminado el último día de su vida jugando con aquel niño. Su estrella brillaba más que nunca.

-¡Mira! ¿Puedes ver aquella estrella? – le dijo al niño.

-¡Sí! La puedo ver – contesto el niño sonriendo mientras se acercaba con las flores.

-Ahora es nuestra. Esa estrella será siempre de nosotros – dijo el hombre.

-¿Uno puede ser dueño de las estrellas? – pregunto el niño asombrado.

-Las estrellas son dueñas de nosotros y nosotros de ellas. El amor que existe entre nosotros hace que seamos uno solo – respondió el hombre.

     El niño sonrió abiertamente y le pidió que lo acompañara. Llevaba su ramillete de flores bien sujeto en sus manos. Caminaron por las oscuras calles sin parar. El niño parecía saber muy bien donde irían.

-Mira – dijo el niño.

     El puente más grande de la ciudad estaba frente ellos. Un rio gigante serpenteaba bajo sus pies mientras el sonido de este retumbaba en sus oídos.

-¿Por qué me trajiste acá? – pregunto el hombre.

-Porque ya sé como estaremos juntos para siempre. Tú, yo, mi papá y mi abuelita. – dijo el niño sonriendo.

     El hombre abrió los ojos, un poco presintiendo lo que el niño diría…

-Lancémonos al río. Nos iremos al cielo juntos y ahí nadie nos separará – dijo el niño con una sonrisa sincera.

     El sonido del rio zumbaba en sus oídos. El hombre miro al niño y sintió que sus fuerzas cada vez eran menores. Moriría muy luego. Tenía mucho cansancio. No quería que ese niño sufriera, pero tampoco que muriera tan luego. Sin embargo, lo amaba tanto como a la estrella que ahora ambos compartían.

     El niño se acerco a el y lo abrazo. El olor de las flores alcanzó su nariz mientras el viento los acariciaba suavemente. Sabiendo que lo que venía era lo mejor para ambos, tomo al pequeño en sus brazos y juntos subieron la baranda del puente. Un resplandor color miel topo sus ojos y abriéndose paso a la muerte ambos saltaron al agua que abría sus fauces para recibirlos con gusto.

     Las flores se esparcieron por todo el lugar como llorando por la muerte que llega y se lo lleva todo.

     Sin embargo, lo que nunca pudieron entender los periódicos al otro día, fue la razón que había llevado a aquel niño tirarse por aquel puente con el abrigo del hombre que estaba muerto en la banca cercana al farol.