El reloj comenzaba a dar las tres de la madrugada y aquel hombre no podía parar de escribir. Un tacho a su lado estaba rebalsado de papeles llenos de poemas inacabados e intentos de alguna poesía olvidada; su taza de café lo acompañaba mientras su gato dormía en una silla cercana ronroneando al compás de la lenta música que ambientaba la escena.
El tenia que poder terminar aquel poema, sabía que podía, solo bastaba intentarlo un poco mas. Presentía que las palabras podrían fluir desde algún resquicio inhóspito de su alma, pero aun aquellas palabras que lo podían cambiar todo no llegaban. Recogió su cabello con almas manos y decidió tomar un pequeño descanso.
Lanzándose con fuerza hacia su cama, noto que sonaba una fúnebre melodía. ¿Es Chopin? Se pregunto, mas el hecho de que aquella lúgubre melodía lo rodeara no lo molestaba en absoluto. En realidad, siempre le había gustado la música oscura, le llamaba la atención cuan profundo podían llegar a ser los sentimientos transmitidos a través de una lenta sonoridad que podía encender las mas grandes tristezas y miedos. Comenzó a guiarse por la melodía y, para su sorpresa, noto que la tarareaba inconscientemente. Los recuerdos se arremolinaban en él como una nube negra.
¿Cuándo caí en esto? No sabía en absoluto. Habían veces en las que no se podía explicar las cosas que le sucedían. Podía recordar cuando pequeño, una sombra que aparecía en su habitación tarde en la noche. Siempre le había temido y lo peor comenzaba cuando aquella sombra lo obligaba a bailar con ella bajo el ritmo de alguna maléfica tonalidad. Muchas veces gritaba desesperado, hasta que su protectora abuela corría a abrazarlo para cuidarlo. La sombra de un momento a otro desapareció, más el recuerdo no.
Ahora que lo pensaba bien, quizás parte de su fascinación por la música oscura podía partir de ahí. Era extraño, pero ¿Por qué no? Todas las personas somos solo un reflejo de lo que nos aconteció en el pasado, todo lo que percibimos influirá en nuestra forma de ser y configurara lo que somos. Siempre había pensado que esa primicia era muy verdadera y tenía en cuenta que parte de sus falencias partían exactamente de ahí.
“Me gustaría volver en el tiempo y cambiar todo” pensó. Aunque meditándolo, cayó en cuenta que no podía cambiar lo que había pasado ni tampoco vivir en un supuesto. Más que nada, el lo que era, fue posible gracias a aquellos eventos. ¿Valdría la pena cambiarlos? ¿Mejoraría en algo mi situación actual poder evitar aquellas situaciones difíciles? Pues no, sinceramente no sería el mismo de ahora. Sería otro y quizás no la persona que yo quiero ser.
Aún así, se dijo a si mismo, no puedo evitar recordarte. Se dio vuelta en la cama y sus lágrimas comenzaron a mojar la almohada. La imagen de la persona que más había amado en su vida aparecía en su mente. La luz envolvía aquella silueta espectral, aquel fantasma de un tiempo pasado en el cual, él había conocido cosas hermosas y tristes. Lloraba por eso y por la perdida de lo que jamás pudo tener. Odiaba ese fantasma que lo atormentaba aún, odiaba amarlo y por sobre todo, odiaba que apareciera.
Una melodía de hermosos violines lo comenzó a sacar de su ensueño voluntario. El gato se levanto de la silla en donde dormía y mirándolo perezosamente se fue a recostar a su lado. Ese gato era su compañía desde hacía mucho tiempo. A veces era molestoso, pero le encantaba que estuviera con él. Acaricio la cabeza del felino, mientras este en ronroneos regaloneaba a su amo amasando su piel, clavándole las uñas.
“Mi primer poema lo escribí a los catorce” remembraba con risa aquel episodio. Había escrito su primer poema, el cual hablaba de un amor imposible. Todos sus amigos habían leído aquellas estrofas y mirándolo sorprendidos lo felicitaban. Desde ese momento decidió que ese seria el camino para toda su vida. Los versos lo llenarían en todos los sentidos y las figuras retoricas del lenguaje podrían mostrarle al mundo todo lo que el sentía.
Tenía que escribir y solo escribir. Saco al gato de su estomago y se paro a mirar por la ventana. El cielo resplandecía brillante ante la impune noche. Miro su cuaderno vacio y pensó que esto sería el fin de todo. No podía hacerlo, no podía escribir lo que era necesario para salvar su vida. El mismo era victima de su juego macabro, la propia trampa que el se había puesto. Ahora en este limbo el no podía salir.
Sintió que le faltaba el aire y cayó al piso, donde la oscuridad lo rodeo. Sentía que agonizaba. Iba a morir, era lo mas cercano que el tenía y no podía hacer nada por evitarlo. Sus letras se habían vuelto en contra de él y no sabía como salvarse. Iba a entregarse por completo a esa oscuridad hasta que escucho algo raro.
Abrió los ojos y vio un joven adolescente al frente de él. Vestía ropas veraniegas y a su lado una pequeña criatura vestida con trapos lo acompañaba. Miró a aquel extraño niño y se levanto. Se acerco hacia ellos, mas estos se alejaron de él. Los siguió por aquel lugar el cual no era su habitación. Era simplemente un lugar vacio en donde estaban aquellos dos personajes alejándose de él.
Repentinamente una luz bajo del cielo y vio como una niña descendía de esa luz. La niña aplaudió y la luz lleno aquel lugar. Se encontraba en un edificio circular lleno de habitaciones y pilares extraños. La niña sonrió y corrió hacia el niño con la criatura en trapos. No entendía nada lo que sucedía. Estaba en algún tipo de mundo extraño, seguramente un sueño, más el no tenia la intención de despertar. Quería saber que sucedía ahí.
Una extraña música comenzó a sonar. Miro a su alrededor y noto que un coro de fantasmas y una orquesta de ninfas tocaban dulces melodías. Una pareja bailaba al medio del lugar circular donde estaban. Era un hombre y una mujer, quienes danzaban al ritmo de aquellas melodías y sus caras reflejaban un amor que parecía verdaderamente de películas. Sintió un poco de envidia de aquella pareja, mas se quedo quieto observándolas. La música paro y todos los que estaban presentes miraron hacia atrás.
En un gran trono una mujer los miraba. Ocupaba un gran vestido y un hermoso collar de perlas. En su cabeza una corona compuesta por planetas se movían sin resentimiento y su cara mostraba afecto. Todos los que estaban allí se inclinaron ante ella y apuntándolo le dijo con su mirada que avanzará. No podía sentir sus pies, pero se sentía casi flotando mientras llegaba hacia donde aquella extraña mujer.
A casi 5 metros de llegar su trono, percibió que su escritorio estaba ahí. La mujer miro su rostro y capto su mensaje claramente. Era el momento de escribir lo que tanto anhelaba. Se sentó en su escritorio y vio como todos los personajes que habían ido apareciendo lo miraban fijamente. Tome su lápiz y antes de comenzar a escribir, miro por ultima vez.
Desde el cielo pudo ver dos luces bajando. Mientras mas se acercaban al suelo sus formas se hacían más notorias. Eran dos niños, uno de cabellos negros y el otro rubio. Flotaban en el aire alegremente y con la delicadeza de una hoja descendieron. Lucían un tanto transparentes e incluso parecían inmateriales, en calidad a los otros que habían aparecido antes. El niño de pelo negro tomo al de pelo rubio por su rostro y lo beso. Le pareció muy extraño, eran muy niños para besarse, mas el niño rubio volteo su rostro a el y su dulce mirada lo invadió. Tomo su lápiz y sin importar si eso lo salvaría o no, procedió a escribir la última estrofa:
“…Y la mañana trajo un aliento dulce
Brillando el rocío bajo el sol,
Tomando en cuenta que todo lo he hecho
Solo para llegar a tu corazón”
Ilustración creada SOLO para esta historia, por la fabulosa Arantxa ;) |
FIN