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La muerte a las una

    Debo confesar que desde su partida no paro de pensar en él. Creo que el Invierno llego para quedarse y no se irá. Bueno, así creo que son las cosas, mas ¿Quién me afirma que esto ha sido así todo este tiempo? La verdad, no sabría dar una respuesta a una pregunta que no tiene ni siquiera una base fidedigna. Creo, y estoy sumamente convencido, de que me he perdido en los vastos caminos que conducen al dolor. No soporto la calidez del sol ni la brisa del verano, ni mucho menos las risas de las personas. Desearía que todo por fin cesara, que un cataclismo acabara el mundo. Quizás así, llegaría de nuevo a él…

    El reloj tocará las una pronto. Es extraño pensar que hace un poco tiempo atrás esta sería la hora de nuestros encuentros. Dos cuerpos se tocan, se estremecen, rechinan, crujen, enjuagan, retuercen, muerden, saborean y se dislocan mientras las manecillas del reloj dan paso a las notas de un candor fúnebre. Esto no es un acto de inocencia o simplicidad, es simplemente la antesala del momento que mas amábamos. La muerte. Suena extraño, pero amábamos morir en los brazos del otro, extinguir los latidos y respiraciones en un solo pulso que traería consigo toda clase de sensaciones. Sin embargo, el regalo de la muerte es corto y la resurrección, nuestro castigo, aparece inconmensurable. ¿Quién alguna vez dijo que la resurrección es un regalo, si la persona desea solamente morir?

    Extraño mucho sus ósculos y esa ambrosía que se extrae desde los labios de la persona que se ama. Desearía, aunque sea solo por un momento, poder contemplar su rostro antes que los contornos de su semblante desaparezcan de mi memoria para siempre, quisiera encontrar la manera de poder devolver el tiempo;  que las una sea el momento de tu llegada nuevamente y que el silencio que me rodea se transforme en el aroma que despertará el motivo de mi existencia otra vez. Pero, hay que ser realistas, eso jamás pasará. Por lo menos no en esta vida.

    Siempre he creído en lo conciso. No quiero caer en ilusiones falsas, menos cuando esta extraña voz me ofrece ayuda para traerlo de vuelta. Octavia no me deja en paz en ningún momento. Así es como se llamo a si misma la criatura que ha venido las últimas noches a interrumpir mi sueño a las una.

-“Sangre… tan solo un poco de tu sangre podrán traerlo desde el inframundo. Solo una gota de tu sangre y el volverá a ti. La sangre es vida, la sangre es vida…démosle vida al que se le he arrebatado.”

    Quisiera poder creer lo que esa voz tan silbante me ofrece. Mi amor aún esta acá, lo siento, lo necesito. Tan solo podría intentarlo y todo sería como antes.

-“Perfecto, perfecto, así es como se hace. Ofrece tu pezón izquierdo a la muerte…”

    Mis manos se mueven en una dirección casi automática. Mi camisa es arrancada a tirones y mi pecho desnudo tiembla con la brisa helada que circunda el lugar. La respiración se siente agitada y creo que moriré de miedo. Estoy perdido y no tengo salida. Es ahora o nunca.

-“Ven a mi Nathan, camina hacía a tu amado…”

    Puedo sentir como piedras golpean el suelo. ¿Por qué siento que no puedo ver bien? El sonido se acreciente cada vez mas y un dolor lacerante recorre mi cuerpo. Dos colmillos traspasan mi pezón y comienzo a sentir la sangre que fluye y como Nathan lo bebe. Sus manos están heladas y recorren mi estomago. Succiona con un hambre voraz. Creo que me voy a desmayar  si sigue. Le pido que pare por favor y el espíritu vuelve a hablar.

-“Esto esta muy bien, termina con lo que empezaste Nathan”

    Nathan se coloca encima de mí y me comienza a golpear. Grito desesperado y le pregunto por qué hace eso. Más ninguna respuesta parece emerger de su boca. Siento que cada vez veo mejor y con horror veo lo mórbida de la escena ante mí. ¡El cadáver de Nathan esta golpeándome y succionando la sangre de mi pezón! Su aspecto es cadavérico, sus uñas están largas y amarillentas y su piel esta gris y llena de llagas. Su rostro esta completamente desfigurado y sus largos cabellos se caen a medida que se mueve.

    No entiendo, debe ser una pesadilla de la cual no puedo despertar, pero los golpes me muestran que eso no es así. Grito más y más fuerte y Nathan no para. Su fuerza es descomunal y haciendo un esfuerzo sobrehumano logro empujarlo y levantarme rápidamente. El espíritu de Octavia  luce mucho más nítido que antes.

“Iluso, la blasfemia consumió tu mas puro amor y verás que no todo es como en las películas. Una cosa que debiste aprender es que los muertos, muertos están y nada de lo que hagas puede evitar eso. Gracias por devolverme a la vida, ahora podré seguir lo que comencé…”

    La ventana cercana se abre de par en par y Octavia desaparece. El cuerpo de Nathan se levanta y se acerca a mi lentamente. El miedo me paraliza y sé que este es mi fin y que nada de lo que haga podrá salvarme. Me siento triste y sé que mi amor por Nathan me llevará a mi fin. Me inclino y mirando al Cristo cercano comienzo a rezar, esperando que mis súplicas alcancen al señor antes de que Nathan me envíe al infierno para siempre, justo a la una.