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Siete y la Legión del Elefante

     Siete y Lulupapa dormían tranquilamente. La noche había llegado hacía muy pronto y simplemente el sueño los había devorado a ambos. Acostumbrados a los vapores somnolientos de un estado catatónico-mortífero, ambos sintieron como podían flotar a través del tiempo y el espacio. Cada noche desde que se habían conocido volaban a través del mundo. Muchas veces habían podido pasar a través de nubosas que los conducían a otros espacios distintos. Ciertamente, disfrutaban mucho la compañía del uno y el otro en estos viajes tan ansiados por ambos niños.  En la mañana ambos despertarían y aunque no hubieran dormido en la misma habitación, sabían lo que habían vivido anteriormente y no dudaban en pasar largas horas remembrando lo acontecido.

-Siete, ¿viste aquel lugar anoche? – pregunto Lulupapa.

-Sí, es un tanto extraño y la verdad no me explico que podría ser – contesto al niño.

-Lucía como una antigua biblioteca. Vi palabras muy extrañas su exterior y me dio miedo acercarme. ¿Qué tal si lo intentamos hoy? – inquirió ansioso.

-No sé Lulupapa. No creo que sea pertinente hacer esas cosas, no por ahora. ¿Te das cuenta que no es normal esto que vivimos cada noche? Aún no sé por qué podemos hacer esto – dijo preocupado.

-Siete- dijo tomando su cara con sus manos- siempre estaré contigo, tan solo confía en mi. Tan solo observemos, si ocurre algo nos iremos de inmediato. ¿Oki? – pregunto sonriendo.

-Esta bien- dijo Siete cerrando los ojos con una expresión de renuncia.


***


     Esa noche Lulupapa se fue a dormir a la casa de Siete. La familia de Siete no miraba con muy buena aprobación la relación que veían en ambos niños, pero en sí no tenían las ganas ni la intención de inmiscuirse. Sospechaban que había algo raro en esos dos, pero habían problemas muchos mayores por el que preocuparse más, que por dos mocosos extraños. Siete preparo su cama y Lulupapa se recostó al lado de él.

-¿Tienes miedo? – pregunto Lulupapa.

-Sí, un poquito- respondió cerrando los ojos Siete.

-Tranquilo- terminó abrazándolo.

     Lulupapa sentía un cariño muy especial por Siete. No se explicaba que podía ser aquello, pero sabía que no veía su vida sin aquel niño pálido, de pelo negro y ojos tristes. Nunca lo dejaría solo, pero aunque el temor de Siete lo hacía dudar de si estaba correcto o no lo que iban a hacer, una parte de él lo empujaba a explorar más allá de lo que habían alcanzado juntos. Quería conocer los límites de aquel extraño paraje al cual habían llegado la última noche.

     El silencio comenzó a desaparecer de la habitación. Ambos niños comenzaban a sentir los primeros síntomas de lo que acostumbraban a hacer cada noche. Un extraño pitido comenzó a resonar en las paredes. No era molestoso ni agradable, tan solo comenzaba a resonar y crecer en magnitud. Podían sentir como sus cuerpos se sentían mas pesados, mientras que el sonido de agua correr se hacia presente. Una palabra en un extraño idioma circundaba por la mente de los niños a la vez que un extraño ritmo parecía mezclar con el festín de eventos que ocurrían. La antesala para el estado final se acercaba y repentinamente todo acabo.

     Ambos abrieron los ojos y tomándose de las manos saltaron de la cama. Felizmente vieron como sus cuerpos flotaban en el aire. El proceso había funcionado a la perfección. Los niños vieron como sus cuerpos físicos dormían perfectamente en su cama, al mismo tiempo que un cordón de plata que provenía de sus cabezas los ataba a ellos. No sabían cómo, pero tenían más que claro que esa era su unión con este mundo. Si el cordón fallaba, jamás podrían volver.

     El mundo se abrió a sus ojos mientras flotaban por el cielo. La ciudad impune se mostraba ante ellos como la visión de un apocalipsis zombífago. Toda clase de hombres, mujeres y extrañas criaturas convivían en la oscuridad de la noche, convirtiendo las sombras en su hogar. Siete en su corazón sentía una gran tristeza. Sabía que la oscuridad no podía siempre significar algo malo, más que nada, el mismo había estado un tiempo atrás sumido en ellas. Aún así, Lulupapa era la luz que lo ayudaba a salir adelante, aunque a ratos le gustaba volver a su antiguo ser. Sabía que algunas cosas tenían que solidificarse y ponerse en práctica.

     Siete miro a Lulupapa y le dijo:

-Luces bien con el cabello desordenado al viento-

-¡Ja! Y tu eres hermoso solo por ser tú- respondió sonriendo.

-Tonto- dijo Siete sonrojado.

      El cielo se abría hacia ellos y comenzaron a divisar unas nubes más densas que las anteriores. Lulupapa se acerco a Siete y le dijo:

-Bien Siete, nos acercamos al lugar-

     Atravesaron la nubosidad rápidamente y el mundo de los humanos ya no los rodeaba más. Estaban en un lugar completamente extraño, aunque no tan nuevo para ellos. Era una especie de nada, en donde solo una antigua Biblioteca se ceñía ante ellos. El edificio era largo y grande. En su fachada un montón de palabras circundaban sus pilares y su techo. Dos estatuas gigantes vigilaban la entrada.

     Los niños se acercaron lentamente hasta la entrada. Siete estaba nervioso, a la vez que Lulupapa cada vez más ansioso. Siete creyó ver que las estatuas habían volteado sus ojos al pasar.

-Lulupapa, ¿y si nos vamos?- le rogo con miedo.

-Siete, solo miremos y nos vamos- le dijo impasible.

     Pasando la entrada llegaron a una gran puerta. En ella la siguiente inscripción se podía leer:


“Entra valiente viajero astral del mundo proscrito
que acá tu destino ha sido escrito
mas acá solo hay una arma
y si eres inteligente podrías ver hasta el Karma”


     Lulupapa miraba fascinado la inscripción y empujo la puerta. Esta al mínimo roce con Lulupapa comenzó a abrirse y Siete comprobó que en su interior habían muchos estantes dispuestos en una extraña posición hexagonal. Juntos caminaron hacia el interior y descubrieron que la primera estantería comenzaba con el numero  >>22<<.

-Ya viste Lulupapa, mejor vámonos- dijo asustado Siete

-Siete, ¡Por favor¡ ¡Cálmate! Mira este lugar, es magnífico y hay mucho que ver. Hay tantos libros, ¡No sé por dónde empezar¡ - termino fascinado.

-Esto es suficiente, si te quieres quedar bien por ti. Yo me voy –

     Apenas había terminado de decir aquellas palabras, la puerta se cerro y en el lugar un montón lámparas se encendieron. Siete puedo notar que en esa planta solo habían estantes. Mas arriba se encontraban mas pisos, aunque no se divisaban escaleras para llegar a ellos.

-Vamos siete, solo un poquito y nos vamos- pidió Lulupapa.

-No, tu ve a explorar. Yo me quedaré acá hasta que termines y nos vamos- dijo Siete severamente.

     No soportaba el miedo que le causaba ese lugar. Algo le decía que no era correcto que ellos estuvieran ahí, o por lo menos, no en ese momento. Lulupapa, mientras tanto, comenzó a recorrer los estantes. En uno muy extraño, que no poseía número, vio unos extraños libros. Saco uno muy grande que no tenia titulo y lo abrió. Este se ilumino y una voz salió imponente de aquel.

-Bienvenidos al registro de las vidas pasadas y karmas. En este lugar encontraran la información necesaria para el proceso de iluminación del alma espiritual y el avance hacia dimensiones mas altas para alcanzar los niveles prístinos de la materia y no-materia. En este viaje como co-creadores del universo alcanzaremos la energía cósmica que nos ayudará al desarrollo del proceso regulador del balance entre las energías de la tercera dimensión y…-

    Lulupapa quedo en una pieza y no entendía nada de lo que la voz le había dicho. Sin embargo, ni tiempo tuvo para pensar ya que algo extraño sentía que sucedía. Sus ojos se abrieron de improviso y vio algo horrible. Una visión llegaba a sus ojos. Una extraña sombra movía el cordón de Siete en la habitación que ambos dormían. ¡Quería matar a Siete!

     Soltó el libro y fue corriendo hacía la puerta donde esta se abría completamente. Siete era arrastrado hacía afuera  mientras gritaba:

-¡LULUPAPA¡ ¡AYUDAME¡-

-¡SIETE! – grito desesperado.

     Iba alcanzando la puerta, pero al momento que Siete era expulsado del lugar, la puerta se cerraba dejándolo adentro. Lulupapa observo con horror la escena y comenzó a gritar desesperado mientras golpeaba la puerta.

-¡Déjenme salir! ¡Mierda! – pateaba la puerta con muchas ganas.

     Tenía que encontrar una forma de volver y salvar a Siete y tenía que ser rápido. Sabía que si se asombraba podía volver, pero por alguna extraña razón ese lugar lo ataba ahí. De improviso, la puerta se abrió de nuevo y sin pensarlo dos veces salió corriendo. Comenzó a flotar por los aires en busca de Siete. No podía estar muy lejos. Salió de la nebulosa para llegar al mundo real , cuando entre las nubes lo pudo ver.

-Lulupapa, por favor ¡Ayúdame! – lloraba Siete mientras era arrastrado.

     Lulupapa voló mas rápido, pero sus intentos eran inútiles. Siete era arrastrado y por lo que veía se dirigían a su casa. Comenzó a volar mas rápido para llegar antes que él. La sombra lo arrastraba hacia allá con su cordón, pero no podía entender por qué. Repentinamente, la visión de la casa de Siete fue notoria y apresurándose llego al cuarto. Sus cuerpos yacían en la cama durmiendo, mientras la sombra tomaba el cordón de Siete.

     La sombra no poseía una forma definida. Parecía estar hecha de humo y lucía casi etérea.

-¡Suéltalo! - grito Lulupapa.

     La sombra no respondió y tirando la cuerda más fuerte, el cuerpo de Lulupapa irrumpió en la habitación. Atemorizado por lo que se vendría a continuación Lulupapa quedo congelado. Al sostener con sus manos el cuerpo de Siete, la sombra rompió el cordón de este. Siete abrió sus ojos muy grandes y mirando con tristeza por última vez a Lulupapa fue tomado por la sombra, mientras huían por la ventana. Lulupapa no podía moverse y sentía como caía a través de la habitación a la vez que se volvía todo oscuro.

     Abrió sus ojos y descubrió que estaba en su cuerpo de nuevo. Sentía miedo y comenzó a mover el cuerpo de Siete para que despertase, mas este no se movió. Comenzó a comprobar sus signos vitales y estos no funcionaban. Solo quedaba aceptar la verdad: Siete estaba muerto.  

     Abrazo el cuerpo de Siete, mientras sus lágrimas caían como agua por su rostro. Todo era su culpa, si tan solo hubiera escuchado a Siete, si tan solo el hubiera sido mas rápido, si no fuera tan idiota y obstinado, el tendría a Siete con él. Sollozaba crudamente con Siete en sus brazos y quería simplemente morir. Toco la cara de Siete con sus manos y comenzó a darle tiernos besos por su rostro. Aún conservaba su calidez. 
Quería que ese momento no existiera, quería que el estuviera con él y rieran como todas las mañanas, quería a su Siete, su amado Siete…

     Un crack sonó el exterior. Lulupapa se asusto y miro por la ventana. La escena que vio en su exterior lo dejo sorprendido. Un enorme barco abarcaba todo el cielo y llegaba a rozar los edificios. Era gigante, el barco mas grande que en su vida había visto. Llevaba una bandera, la que tenía sibujada un elefante y cinco estrellas, y en su proa otro elefante se encontraba tallado. Un extraño brillo envolvía toda aquella nave y lucia simplemente apoteósico.

-No llores niño- dijo una voz

     Lulupapa se dio vuelta rápidamente y vio quien hablaba. Un extraño hombre calvo, pálido como el papel y con una túnica blanca lo miraba fijamente.

-Qué descortés he sido. Me llamo Wolken y soy de la Legión del Elefante. Ese barco nos esta esperando. Será mejor que tomes el cuerpo de Siete y nos vayamos. No te preocupes, los humanos no pueden ver el barco, tomamos precauciones – termino riendo el sujeto.

Lulupapa estaba confundido y no sabía que decir. Lo único que se le vino a la cabeza fue preguntar “¿Por qué?”.

-Hay mucho que explicar, pero no acá. Vamos rápido, ¿o no quieres salvar a Siete?- termino Wolken mientras se llevaba a ambos niños con él al barco.


Continuara en algún tiempo....