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Un cumpleaños desde las TINIEBLAS



    El tiempo pasa y nos hacemos más viejos y ciertamente este Blog no es la excepción. Hace un año atrás, en un día bastante lluvioso este blog nació y resultó un gran éxito, uno que no me esperaba.


¡GRACIAS A TODOS MIS PRECIADOS LECTORES!
(okey esta es la parte mamona y estúpida)


    Obviamente, siendo la celebridad Under que soy, nunca mis escritos ni mis reflexiones verán la luz mas allá que este espacio, lo que en realidad está bien para mi. Nadie dijo que lo bueno recibía tantas visitas y era tan conocido ;)

    Finalmente, me resta decir que espero que sigan disfrutando mis historias y sigan comentando como siempre.


Eso es todo por hoy.
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Jean

     Ofelia estaba exhausta. Las lecciones de equitación habían sido muy agotadoras ese día, sumado a que el caballo extrañamente no había querido andar. Ofelia bajo del caballo y fue directo a cambiarse de ropa, ya que se le desagrada en lo más profundo ocupar ese ridículo atuendo. Al mirarse en el espejo que se encontraba en el vestidor, noto que estaba más pálida que nunca, lo cual en vez de molestarle, le agradaba. No sabía cual era el motivo por el que siempre terminaba haciendo cosas que no le gustaban, tal como aprender a bordar, tejer, tocar piano, cocinar o andar a caballo. Encontraba ridículo que sus padres quisieran hacer de ella el modelo de lo que debe ser una mujer, sobre todo ella que era perteneciente al circulo social del cual ellos eran participes, si a fin de cuentas ella no quería eso.

      Camino por el campo hasta su transporte y este la llevo por la ciudad hasta su hogar. En el camino a este, comenzó a observar la ciudad que se ofrecía ante ella. Encontraba curioso como la ciudad había ido creciendo los últimos años y mas aún, como parecía que los asentamientos de personas querían alejarse los unos de los  otros. Los pobres y los ricos tenían lados distintos donde vivir y parecía que el único modo de poder conciliarlos era la línea del tren. A veces le daba tristeza pasar por ciertos sectores donde muchas personas habitaban sin las más mínimas condiciones para poder vivir tranquilos. “Es muy injusto” pensaba a la vez que se sentía un poco miserable, por creer que en cierto sentido su circulo era responsable de esas atrocidades.

     Al llegar a su hogar su madre la recibió con un fuerte abrazo, lo cual la reconforto luego de haber quedado un poco triste en su viaje de regreso. Su casa era grande y amplia, llena de sirvientes quienes fervientemente mantenían el salón y las numerosas habitaciones limpias y ordenadas. Mientras ambas tomaban té en el jardín, su madre le dijo:

-Ofelia, tu padre ofrecerá un baile en el salón celebrando los cinco años de su empresa.-

-¡Oh! ¿Quiénes asistirán madre? – pregunto un tanto curiosa.

 -Miembros de la aristocracia principalmente, por lo que tenemos que estar impecables ese día – dijo un tanto rígida.

-Madre, ¿Puedo levantarme? Estoy un tanto cansada por la equitación y me gustaría descansar en mi habitación. – dijo con Ofelia con voz amable.

- Sí, por supuesto. En tu habitación esta el vestido que usarás, mas tarde pruébalo- dijo con un tono condescendiente.

     Ofelia se paro de su asiento y se fue lo más rápido que pudo a ver el vestido. Era grande y hermoso, lleno de encajes y vuelos que le daban un aspecto muy victoriano. Se lo probó y para su sorpresa le quedaba justo a su medida, lo cual fue un alivio ya que no quería que le hicieran ningún arreglo. Se sentó en su cama y comenzó a pensar en una hermosa visión que había tenido en su lección de equitación: un bello campo lleno de narcisos, donde ella y un tipo que era desconocido para ella, eran felices mientras caminaban tomados de la mano. Se sentía extraño tener ese tipo de sueño, pero a la vez agradable. Muchas veces le habían dicho que las señoritas no pueden pensar en esas cosas, aunque a ella no le importaba mucho. No era como sus amigas que apenas sabían lo que era usar ropa interior. Ella quería conocer y explorar el mundo que se encontraba, pero sobre todo quería encontrar lo que se había propuesto desde que era una niña: encontrar el amor, aunque fuera vivirlo por unos ínfimos segundos.

     Se levanto de su cama y se dirigió la tela que tenía en un atril, donde comenzó a pintar el bosquejo de la nueva pintura que deseaba plasmar, mientras su corazón se salía por sus poros al imaginar lo feliz que sería el día en que pudiera experimentar el amor…

***

     Los días pasaron rápidamente y al mismo tiempo el verano se volvía más caluroso. La noche de la fiesta llego y ese día todos parecían estar sumamente histéricos por mantener el orden y tener todo listo para la hora del banquete y después el baile. Su padre la había llamado temprano en la mañana para decirle algunas cosas.

-Ofelia, hoy es una noche muy especial para mí y quiero que seas un ejemplo para todas las niñas. Les he hablado mucho a todos sobre ti y por lo tanto no quiero que me falles, ¿Puedo contar con tu palabra tesoro? 
– dijo con tono amable pero decidido.

-Sí, papá- dijo inexpresiva

-Esa es mi hija – dijo mientras la abrazaba – ahora ve a vestirte que el tiempo pasa volando.-

     Le había quedado claro que sería mejor no hablar mucho en la fiesta, ni menos opinar sobre algunos temas. A veces creía que sus padres tenían miedo de lo que ella podía opinar o peor aun de lo que podía ser, porque a pesar de lo que ellos decían, sabían que ella no era como las otras niñas y que no estaba dispuesta a ser el ángel de la casa por la eternidad.

     Llego a su habitación con una de las criadas y comenzó a vestirse para que después ella la peinara. Era un tanto difícil controlar su cabello, sobre todo después que en un arranque de locura se lo había cortado, perdiendo sus bellos rizos. Sus padres habían quedado muy molestos y las marcas del recordatorio de que no debía hacer eso otra vez aún las guardaba bajo su vestido. Le tomaron el pelo hacía atrás y le agregaron unas extensiones junto a un lindo sombrero pequeño. Luego de eso, procedieron a pintarle los labios y aplicarle polvos a su rostro para quitarle palidez. Al cabo de dos horas Ofelia estaba lista para la fiesta. 

***

     Nunca en su vida había visto tantas personas ni tanta comida reunidas en un solo lugar. Una gran mesa abarcaba todo el comedor de su casa y en ella cientos de personas se servían diversos tipos de alimentos y vinos a la vez que hablaban de diversos temas que a ella sencillamente no le interesaba. Cuando bajo de su habitación ya estaban casi todos sentados y no veía ningún puesto desocupado por lo que comenzó a buscar. No había alcanzado a dar dos pasos cuando su padre en voz alta dijo:

-Oh, pero si acá esta mi hermosa hija. Ella es, señores. Pero por favor hija siéntese allá al lado de Jean. Sé que el estará encantado de compartir la velada contigo – termino apuntando a un joven de anteojos que se encontraba a la mitad de la mesa.

     Ofelia se acerco y tomo asiento. El joven le sonrió y ella le devolvió la sonrisa, mientras que el le tomaba la mano, la besaba y decía:

-Mi nombre es Jean, un gusto conocerla señorita, ¿Cuál es su nombre?-

- Ofelia, un gusto para mi también.- dijo un tanto desganada.

-¿Le ocurre algo señorita? – pregunto Jean preocupado.

-No, nada. Gracias por la preocupación – dijo seria.

     Ofelia ceno silenciosa, mientras que Jean conversaba con otros señores en la mesa. La velada se desarrollaba tranquila y ella al terminar se dedico a mirar de cerca a ese extraño joven. Su piel era un tanto tostada y su nariz tenía una extraña curvatura, aunque no se veía feo. Se imagino que podía ser de algún país oriental, por lo que le pregunto:

-¿Tu no eres de acá, cierto? –

     Jean la miro y sonrió abiertamente.

-No, soy de Francia. Aunque tampoco soy de ahí completamente- dijo con una expresión amable.

-No entiendo- dijo Ofelia.

-Mi familia es de origen oriental. Vienen de un pequeño lugar que no vale la pena recordar, aunque yo nací en Francia, por lo tanto soy Francés.- dijo sonriendo.

-Pero tu inglés suena bien para ser francés – dijo Ofelia incrédula.

-Oui? Creo que mi inglés es pésimo, pero gracias, eres muy amable. Quiero saber mas de usted señorita, me pareces muy interesante – dijo mirándola fijamente.

     Ofelia se sintió un tanto incomoda, pero a la vez le agradaba la presencia de Jean por lo que decidió contarle acerca de su vida y sobre su pensamiento. No sabía por qué, pero sentía una gran confianza por Jean, a pesar de que lo había conocido recientemente.

     Hablando con Jean pudo saber un poco mas de su vida. Viajaba constantemente por asuntos de negocios desde Francia y le encantaba la música y el arte en general. Del mismo modo supo que a pesar de ser tan joven, el se había casado con una mujer que había muerto hace dos años por una extraña enfermedad. De la misma manera Ofelia le conto a él acerca de sus sentimiento sobre la sociedad en la que estaban y como a ella le gustaría hacer cosas distintas.  Luego de haber hablado por mucho rato Jean le dijo:

-Ofelia, el baile va a comenzar, ¿Quieres bailar una pieza conmigo?

     Ofelia sonrió tímidamente y tomando su mano se fue al salón con él. La orquesta tocaba a un ritmo que incitaba las pasiones. Jean tomaba a Ofelia por la cintura y se movían alrededor del salón como dos amantes que se conocían por años. Cada nota era ejecutada con absoluta precisión por Jean, quien parecía ser un experto, y Ofelia, quien no se quedaría atrás, seguía el ritmo con entusiasmo. Todos miraban a aquella pareja de jóvenes y ciertamente al acabar la canción todos aplaudieron fuertemente.

-Ofelia, ¿Vamos a tomar aire? – pregunto Jean.

-Sí, estoy un poco ahogada. -  contesto Ofelia.

     Ambos salieron al patio trasero de la casa, donde un gran jardín lleno de arboles y flores se mantenía. Caminaron por los arboles y cerca del tronco de un árbol se sentaron a contemplar las estrellas.

-Eres un excelente bailarín, Jean – dijo Ofelia sonriendo.

-y tú la mejor compañera – respondió él mientras la rodeaba con uno de sus brazos.

     Ofelia se sintió un tanto extraña pero le agradaba la sensación. Jean era extraño, pero fascinante y le agradaba la idea de haber conocido a alguien así. Lo miro fijamente y no supo cuando de un momento a otro sus labios se habían juntado. Ofelia se separo rápidamente y se alejo.

-Lo siento, no debí hacerlo. No sé lo que paso – dijo Jean nervioso

     Ofelia no respondió y lo miro fijamente. Sabía que no estaba bien pero decidió hacerlo y se lanzo a besar a Jean, el cual respondió al beso rápidamente. Nunca había besado a un hombre y la experimentación de tal placer era nuevo para ella. Jean era suave y delicado y eso hacía sentir bien a Ofelia. Sus manos comenzaron a recorrer la cintura de Ofelia y esta paro el beso.

-No, esto no esta bien- dijo con una mezcla de nerviosismo y excitación

-Yo no haré nada que no quieras – dijo Jean

     Ofelia estaba confundida. Sabía a lo que quería llegar Jean y sabía que ella también lo ansiaba también, pero el miedo a hacerlo y el miedo a ser descubiertos era muy fuerte. Se levanto y miro hacia la casa. Todo el mundo bailaba y conversaba felizmente. Parecía que ni siquiera la recordaban y  que tampoco querían terminar la fiesta. Miro a Jean de vuelta y le dijo:

-Sí, quiero.-

     Jean la tomo y la recostó en el pasto que estaba cercano. Mientras se colocaba encima de ella, recorriéndola con sus manos, le pregunto:

-¿Es primera vez que haces esto?

-Sí- respondió sonrojada.

     Jean sonrió y comenzó a besar su cuello, mientras sus manos la ayudaban a despojar el atuendo de Ofelia. La luna brillaba con mucha intensidad en el cielo, mientras ambos amantes desnudos en plena naturaleza descubrían las artes de la carne.

***

     Ofelia despertó temprano al otro día. Recordaba todo como si lo hubiera vivido hace solo momentos.  No podía evitar sentir los dedos de Jean recorrer su cuerpo o la boca de él besando la suya. Había sido tan mágico todo, como si hubiera sido un sueño. Como no olvidar que después de haber terminado se devolvieron a la casa donde conversaron hasta que la fiesta termino.

-¿Te volveré a ver? – pregunto Ofelia.

-Por supuesto que nos seguiremos viendo. Lo prometo – dijo Jean.

     La promesa de que se volverían a ver de nuevo la había dejado en las nubes. Jean le había hecho sentir cosas nuevas y desconocidas para ella, cosas que nunca pensó que alguna vez viviría. ¿Y sí Jean era la persona que ella había estado esperando todo este tiempo? Se dirigió a la última pintura que había hecho y le termino un último detalle: al tipo desconocido que estaba a su lado en el campo de narcisos, le dibujo la cara de Jean.

     Miro por la ventana y vio como el sol alumbraba todo el jardín donde había estado con Jean. Todo lucía tan hermoso.

***

     Un mes paso desde aquella noche y no tenía ninguna notica sobre Jean. Incluso se atrevió a preguntarle a su padre sobre el posible paradero de Jean, pero la respuesta de este no fue muy satisfactoria. Se sentía un tanto triste por este hecho. No quería pensar que Jean solo había querido eso de ella y nada más. Se negaba a imaginar tal afirmación.

     Un día especialmente frió su madre la mando a llamar con una criada.

-Señorita Ofelia, tiene visita.-

     Ofelia estaba completamente desanimada y con desgana bajo de su habitación, aunque su rostro cambio completamente al ver quien estaba en la puerta. Jean la esperaba con un gran ramo de flores y le pidió permiso a sus padres para poder salir a pasear por el campo. Estos dieron su permiso y Ofelia se arreglo rápidamente para salir con Jean.

-¿Por qué esperaste tanto tiempo?- dijo Ofelia mientras andaban a caballo.

-Lo siento mucho Ofelia, pero he tenido mucho trabajo. Casi no he visto a nadie – dijo con un tono sombrío.

     Recorrieron el campo a caballo y al rato después decidieron almorzar bajo la sombra de unos arboles. Ofelia noto que Jean tenía ojeras y que incluso estaba un tanto callado. Ella había hablado casi todo el rato que habían estado juntos y Jean parecía ni siquiera estar tomando en cuenta lo que ella decía.

-¿Te ocurre algo? – pregunto Ofelia.

-No, nada.  Es solo que no han sido unos buenos días para mi – dijo un tanto agotado.

-Entonces, déjame hacerte un masaje – dijo sonriendo.

     Ofelia se acerco a Jean por detrás y comenzó a masajear suavemente su cuello. Se sentía feliz por poder brindarle algún alivio a Jean. Sin duda era tonto, pero le encantaba la compañía de él, aunque estuviera así de distante con ella.

-Ofelia, creo que es hora de partir – dijo Jean.

-No, aún no, quiero estar más tiempo contigo – dijo con un puchero.

-No tengo más tiempo, lo siento- respondió Jean.

     Ofelia se acerco y le dio un beso en la mejilla.

-Esta bien, pero prométeme que me vendrás a ver de nuevo, o que me escribirás por último. No quiero perder contacto contigo. Jean, yo quiero que siempre estés conmigo- dijo sonrojada al haber sido tan sincera.
Jean la abrazo y le prometió que se verían cuanto antes. Le dio una dirección a la cual ella le podría escribir y la fue a dejar a su hogar donde feliz por haber pasado toda la tarde con él, se fue a su habitación a pintar.

***

     Pasaron dos meses y Jean no aparecía. Lo único que la consolaba eran las cartas que Jean le enviaba, donde le contaba que había estado muy ocupado y que no tenía tiempo para viajar y así poder verla. Casi no dormía en las noches y estaba más pálida que nunca. Sus padres, especialmente su papá, estaban muy recelosos acerca de lo que le estaba sucediendo. Ofelia creía que en cierto modo ellos sabían lo que le estaba pasando, y decidió portarse lo mejor que posible. Iba a todas sus clases e intentaba comportarse como la mujer que debía ser. Sin embargo, no podía evitar llorar por las noches ni andar como una muerta en vida por la casa. Aburrida de todo eso decidió escribirle a Jean.

   Querido Jean,

     Han sido días eternos sin tu presencia. No me has escrito ya han dos semanas y estoy un poco preocupada. ¿Qué te ha pasado?, espero que no sea nada grave y que dentro de todo estés bien.

     No he estado muy bien de salud y creo que mis padres me quieren encerrar en un lugar donde llevan a las personas que pierden el control de si mismas. No soporto más esta vida, ni esta familia. Por favor ayúdame, llévame lejos contigo. ¡Casémonos! Sí, y podríamos ser muy felices juntos, sin la necesidad de nadie mas.   

    Espero que respondas luego mi carta. No soporto no saber nada de ti por tanto tiempo.

  Tuya,
  Ofelia.

     Así fue como pasaron dos semanas más y ni siquiera una mínima respuesta había llegado al correo. Estaba enloqueciendo. La incertidumbre, la duda y la tristeza eran más fuerte que ella. Odiaba imaginar a idea de que Jean a lo mejor estaba con otras mujeres fornicando o que quizás ya se había olvidado de ella. Se sentía estúpida por sentir esas cosas por un hombre al que solo había visto dos veces, pero aún así sabía que no podía evitarlo: el había sido el primero en hacerla sentir libre de todo lo que la rodeaba.

     Cierto día su madre y su padre llegaron a su habitación. Cerraron la puerta fuertemente y miraron con dureza a Ofelia, quien había estado llorando.

-Sabemos lo que hiciste con Jean, Ofelia. – dijo su madre.

     Ofelia se quedo muda y no atino a responder nada más. Su padre se acerco y la abofeteo fuertemente.

-Una criada los vio ese día del baile y nos acaba de contar. Es por eso que andas tan pendiente si el te escribe, ¡Porque quieres volver a verte con el y fornicar! ¡Maldita loca! – dijo mientras se abalanzaba encima de ella.

     Su madre se lanzo rápidamente a separarlos y tomo a Ofelia en sus brazos. Su padre estaba rojo de furia y dijo riendo:

-Pero esto se acabo. Hemos hablado con el doctor Vincent Hopkins quien estará encantado en recibirte en su lugar especial para niñas que no se comportan como deben. –

-¡¿Qué?! Papá, no, te lo suplico, no me saques de aquí ¡Por favor! – dijo de rodillas Ofelia.

-Oh, no lagrimas por favor, es un desperdicio. Pasen chicos – dijo su padre.

     Tres hombres entraron a su habitación y tomándola por la fuerza se la llevaron hacia la entrada donde un transporte especial la esperaba. Ofelia miro por último vez la cara impasible de su madre y la cara indolente de su padre, y tomando fuerzas de flaqueza se dejo llevar hacía el lugar de donde sabia que no volvería a salir.

***

     Estaba encerrada en una habitación con una ventana y sin luz. Ya habían pasado cuatro días desde que la habían encerrado y la desesperación que emanaba del lugar era insoportable. Todos los días el doctor Vincent llegaba a aplicarle una dosis de medicamento, con el fin de “calmar sus nervios y modificar su conducta destructiva”, ya que el primer día que llego comenzó a romper todo lo que encontró a su paso.

-Yo no estoy loca- dijo Ofelia.

-Lo sé querida, lo sé, y te prometo que si pones todo de tu parte para cambiar tu mal comportamiento, te devolveremos a tu casa- dijo con una sonrisa.

-Ellos no me quieren. Estoy sucia y no quieren a una puta como yo – dijo mirando el suelo.

-Tranquila, mas tarde probaremos mi nueva invención contigo. Te aseguro que te ayudará a cambiar tu conducta. Tan solo espera.

     Ofelia miro al doctor Vincent fijamente. Era chico, regordete y llevaba un bigote que lo hacía lucir un tanto gracioso. Aquel lugar era lo peor que le podría haber pasado. En las otras habitaciones habían mas personas que a veces gritaban en las noches y otras durante todo el     día. A veces no encontraba que hacer y con un pedazo de tiza que había encontrado en el suelo, dibuja en las paredes. A esto había llegado el encuentro con Jean, a que la encerraran, la tacharan como una puta y loca y por sobre todo, a terminar de perder su libertad. “Que pedazo de mierda” pensó Ofelia mientras tarareaba una antigua canción que había escuchado el día del baile.

     A los dos días después, una de las enfermeras llamo a su habitación.

-Ofelia, tienes visita. Compórtate decentemente o esta noche quedarás sin cena.

     La enfermera se fue y dejo pasar a un joven a la habitación.

-¡Jean! – dijo Ofelia mientras se lanzaba a abrazarlo.

-Hace poco me entere que estabas acá. ¿Te encuentras bien? Sé que esto fue por mi culpa. Me siento horrible que tu padre se haya enterado de todo lo que paso.- dijo mirándola con pena.

 -No importa, tu estás conmigo ahora, solo eso me importa. Jean vámonos de acá, prometo que me portaré bien, que seré la mejor para ti. Tan solo sácame de acá, tengo mucho miedo – dijo llorando.

-Ofelia… ehmm, esto es un poco difícil para mi, pero yo no puedo hacer eso- dijo fríamente.

     Ofelia lo miro y sentía que su mundo se terminaba por destrozar.

-¿Por qué? – dijo con mas lagrimas en los ojos.

-Yo no puedo irme contigo, no puedo sacarte de acá. No puedo hacer nada por ti. Por mi culpa estás acá, pero no puedo hacer nada. Yo no puedo corresponder lo que tu quieres de mi. – dijo mirándola a los ojos.

-Pero, tu me quieres, tu estuviste conmigo, yo puedo ser tu mujer, ¡La mejor de todas! – dijo firme.

-No es eso, es tan solo que hay cosas que yo aun no puedo superar. Lo siento Ofelia, esta será la última vez que nos vemos. – dijo mientras se levantaba y se dirigía a la puerta.

-No me dejes por favor – dijo Ofelia en el suelo.

-Te quiero Ofelia. Hasta siempre – dijo dejando la puerta abierta.

     El mundo se le dio vuelta a Ofelia. Jean la había dejado a ella y a su amor detrás. Ya no le quedaba nada en el mundo ¿Por qué todo era tan injusto? No se imaginaba su vida sin él. No podía concebir semejante idea en su cabeza. Al ver la puerta abierta, decidió hacer lo último que le quedaba por hacer y se lanzo a correr detrás de Jean. Todas las enfermeras gritaban e iban detrás de ella.

     Ofelia corría y corría, hasta que alcanzo la puerta de entrada y salió al exterior. Un enorme campo de narcisos la esperaba junto a un gran sol de verano. Corrió a través de los narcisos a medida que un extraño sonido corría por sus oídos. Tenía que encontrar a Jean por alguna parte. Seguía corriendo hasta que finalmente lo encontró. Jean estaba al medio del campo con otra mujer bailando. Ofelia quedo mirándolo atónita y su expresión cambio a horror al ver que la otra mujer era un cadáver, al cual Jean le hablaba como si fuera una persona viva. Ofelia cayó en cuenta que Jean siempre había seguido amando a la mujer que había perdido hacía dos años.

     De rodillas cayo al piso mientras que los narcisos comenzaban a envolverla. Se estaba ahogando y no podía hacer nada para detenerlos. Iba a morir ahí, ahogada en la belleza de la escena que ella misma había pintado, mientras Jean bailaba con la sombra de lo que alguna vez había sido. Sus lágrimas caían mientras los narcisos terminaban de cubrir su cuerpo. Si tan solo todo hubiera sido distinto, si tan solo…

-Doctor, la paciente no reacciona. – dijo la enfermera.

-Oh, ya veo, la descarga fue muy grande para ella. Córtele las muñecas y llévela al depósito de cadáveres. Avise a su familia que la niña se suicido. – dijo el doctor Vincent.

     Se quito los lentes y se sentó en su escritorio molesto. Una vez mas su maquina había fallado. Tenía que encontrar la manera de no seguir matando pacientes, sin duda. 


Imagen hecha para esta historia por Arantxa Luco.