La luna
cruzaba el cielo mientras dos nubes se arremolinaban a lo lejos pintando el
paisaje en tonos grises azulados. Dos figuras encapuchadas cruzaban los arboles
rápidamente. Una de ellas llevaba un gran bulto en sus manos, mientras que la
otra la guiaba con una antorcha hacía el lugar donde se refugiarían de la
salvaje noche. Luego de media hora de merodear por aquel viejo bosque, dieron
con el lugar acordado y pasando a su interior pudieron retirar sus capuchas.
-Fue un
viaje largo- dijo la mujer la cual al quitarse la capa dejo a ver su traje de
enfermera – deja a la niña en el suelo, James-
Ella era
alta y de piel algo tostada, con un cabello negro que recorría su espalda. La
otra persona, llamada James, dejo el bulto bajo sus pies y quito su capa
también. Su uniforme de doctor relució
frente a la luz que se dejaba entrever por la ventana. Tenía la piel blanca y
el pelo un tanto largo. Lucía bastante mayor para la edad que de verdad tenía. Se
arrodillo frente a la mujer que yacía frente a él y comenzó a tomar sus signos
vitales. Luego de haber revisado su pulso, respiración y lengua, la acomodo en una cama cercana a ellos y la
cubrió con una sábana. Con sus manos
recogió su cabello hacía atrás y lanzó una mirada inquisitiva a la enfermera.
-Ahora me
explicarás el embrollo en el que me has metido, Coraline- dijo con tono duro.
Coraline
miró al doctor con una expresión segura en su rostro y tomando asiento comenzó
a hablar. El lugar, que resemblaba una vieja y abandonada casa de campo, daba
destellos de adquirir vida a medida que las luces de las velas que James
encendía iban iluminando.
-Esa niña
que ves ahí acostada fue traída hace unos días por supuesta demencia.
Verdaderamente, cuando pude conversar con ella, no presentaba ningún signo de
locura en ella, de hecho, ¡Estaba más cuerda que cualquiera de los que
trabajamos en ese manicomio! – dijo abriendo sus ojos.
-Creo haber
escuchado su caso, pero no lo recuerdo muy bien. Esos días estuve en Manchester
arreglando unos asuntos- añadió James.
-Bien, el
motivo por el cual la llevaron fue por rebeldía mas que nada. Al parecer se
enamoro de un joven francés que la engatuso y luego de haber obtenido lo que
quería de ella, la dejo abandonada. – dijo un poco triste.
-No me
extraña para nada. No es primera vez que escucho algo similar, mas aún no
entiendo por qué la trajimos hacia acá – refunfuño James.
-Bien,
doctor Hopkins había estado desarrollando lo que el llamaba “la maquina anti
demencia”, la cual curaría la locura de todos los pacientes que asistían. ¡Fue
horrible, James! Vi como él electrocuto muchas niñas en ese lugar, ya que las
descargas de corriente que el les daba eran muy fuertes para resistirlas. Sin
embargo, esta niña resistió. No sé cómo lo hizo. Al principio no tenía signos
vitales y parecía que había muerto, pero cuando la llevaba al depósito de
cadáveres sus signos comenzaron a funcionar de nuevo: ¡Estaba viva! Sabía que
esta era mi oportunidad. No podía dejarla ahí porque si el doctor sabía que
seguía viva, la mataría a ella y a mi misma incluida. Conozco muy bien a esa alimaña.
– dijo arrugando la nariz.
-¿Ahí fue
cuando me llamaste a mi, cierto? – pregunto James.
-Sí. Saque
a esta niña del depósito y decidí hacer una locura para dos propósitos: sacarla
de ahí y poder llevarla a un lugar seguro.
-No… me
estás diciendo que… ¿Fuiste tú la que formo ese incendio? – pregunto James
anonadado.
-Sí… no
había otra forma. No podía fingir que el cadáver había desaparecido de la noche
a la mañana. Por eso mismo hice que llevarás a la niña al edificio vacío que
estaba cercano y lancé una antorcha hacía esa espantosa maquina cuando el
doctor Hopkins dormitaba cerca – dijo horrorizada ante lo que ella misma decía.
-Aunque tu
plan no funcionó del todo. Ese viejo zorro no alcanzó a quemarse y al final
tuvimos que evacuar todo el edificio. Para empeorar la situación, el doctor se
dio cuenta de que su cadáver faltaba ya que no ningún cuerpo calcinado fue
hallado. Ahora esta niña es la mujer mas buscada de toda Inglaterra – dijo algo
molesto.
Coraline se
levanto de su asiento y se sentó en la cama donde la niña dormía. Comenzó a
acariciar su cabello y suspiro. James rodeaba el lugar como intentando
encontrar muchas mas respuestas que las que Coraline le estaba dando. A pesar
de estar enterándose de lo que había pasado realmente, no le hacía total sentido aún.
-No podía
dejarla sola en ese horrible lugar. No sé, algo en mi me decía que tenía que
sacarla – dijo suspirando fuertemente.
-¿Qué harás
ahora? – pregunto James.
-Esperaremos
a que despierte y le explicaremos todo. Ojalá sea capaz de recordar, ya que no
sé cómo le habrán afectado las descargas. Mientras tanto quiero que averigües
todo lo que este pasando respecto a lo sucedido y además que busques
información sobre alguien – dijo Coraline.
-¿Quién-
-Jean
LeBlanc- respondió Coraline.
James la
miró con reproche, tomó su capa y abrió
la puerta que estaba cercana. El viento irrumpió fuertemente en la habitación
amenazando con apagar las pocas velas que estaban dentro de ella. Observo el
lugar por última vez y haciendo un gesto con su boca lo abandono rápidamente.
***
Ofelia
despertó con un fuerte dolor de cabeza. Dolía como el demonio y lo único que
deseaba era tomar agua. No podía recordar que había ocurrido y tampoco podía
ver bien. Se sentía un tanto confusa y comenzó a abrir y a cerrar sus ojos para
poder acostumbrarlos a la luz que estaba a su alrededor. A duras penas se sentó
en la cama donde estaba acostada y pudo notar a una enfermera dormitando en una
silla cercana. Poco a poco cayo en cuenta que ese lugar no era su casa. Ahora
que recordaba, ¿No la habían enviado a un lugar donde encerraban a la gente
loca? Le parecía sumamente extraño ya que aquel lugar lucía bastante distinto a
como era este otro. Se intento levantar, mas el dolor de cabeza fue más fuerte y emitió un gran alarido. La
enfermera despertó a los cinco segundos y al notar que Ofelia estaba despierta
se acerco raudamente.
-Es mejor
que permanezcas recostada. No es conveniente que te levantes. Aún estás muy
débil – dijo con un tono cariñoso.
-Lo siento-
dijo un tanto tímida- pero no sé donde estoy. Yo estaba en otro lugar ¿Qué
ocurrió?
La
enfermera se presento a ella misma y tomando asiento a su lado le comenzó a
relatar todo lo sucedido. Ofelia no sabía como tomar las palabras que Coraline
le decía ya que se sentía completamente confundía y en estado de shock. Ahora
podía recordar todo claramente y las lágrimas comenzaron a caer por sus
mejillas.
-Mis
padres, ¿Sabes algo de ellos? ¿Jean? – pregunto con un tono triste.
-Aún no sé
nada, preciosa. Estoy esperando noticias sobre lo que ocurrió después de lo que
te acabo de contar. Por mientras, quiero que tomes estas píldoras que te
ayudaran a quitar ese dolor de cabeza. En unos minutos más te daré algo de
comer. Necesitas alimentarte sino no sobrevivirás – dijo seriamente.
Le entrego
un vaso de agua y unas píldoras a Ofelia. Se las tomo rápidamente y se volteo
en la cama. Pensaba en su familia y en Jean. ¿Qué había ocurrido en todo este
tiempo? ¿Se acordarían de ella? ¿Dónde estaría Jean en estos momentos? Ansiaba
tanto poder verlo, abrazarlo y que él le dijera que todo estaría bien. Comenzó
a llorar nuevamente. Como deseaba poder ser libre sin ninguna atadura.
Imposible, pensó, siempre habrá algo que intente arruinarlo todo. Una mezcla de
miedo y tristeza la cubría completamente al mismo tiempo que sentía las paredes
respirar. La oscuridad la consumiría en cualquier momento y moriría ahí,
abandonada y sola. Nadie nunca más sabría que fue de ella.
Un fuerte
golpe la saco de sus lamentos. La puerta se abrió dejando a
un hombre entrar rápidamente. Dejando su capa a un lado se acerco a
Coraline para saludarla.
-¿Cómo te
fue, James?- pregunto la enfermera.
-Creo no
tener muy buenas noticias…ah, veo que la niña esta despierta – dijo mientras se
acercaba a Ofelia y tomando su mano la beso – me llamo James Lethood. Un
placer- dijo en un tono no muy convincente.
-Ofelia
Bensich, una placer también- dijo en
tono bajo.
-Lamento
decir que los ánimos no están muy buenos. Doctor Hopkins aseguró a la policía
que Ofelia fue la causante del incendio y que ahora esta prófuga, seguramente
esperando a atacar de nuevo. Afirmó que ella esta mentalmente inestable y que
debía ser atrapada inmediatamente.
-Hijo de
puta. Tiene la excusa perfecta para culpar a Ofelia sobre el incendio y tapar
sus prácticas ilegales- dijo Coraline.
-Lo siento
– dijo Ofelia tímidamente- ¿supo algo de mis padres?
-Desafortunadamente,
su padre contrato guardia personalizada para su búsqueda. Están rastreando todo
la zona, por lo que es mejor no sacarla de acá – dijo James.
Ofelia miró
al suelo y no pudo evitar no llorar. Se sentía como una criminal a la cual
acusaron de algo que jamás hizo.
-En relación
al hombre que me preguntaste tengo información, Coraline –dijo James.
Coraline
miró a Ofelia y en seguida a James. Este, al ver a la niña tan triste, le dio
un abrazo y luego de sacar las lágrimas con su manga, le hablo despacio.
-Averigüé
sobre Jean. ¿Es él el hombre que buscabas? – preguntó James.
-Sí- dijo
Ofelia con cierto brillo en los ojos.
-Esta en
Paris. Supe que cuando entraste al manicomio quiso entrar a verte pero no se le
permitió. Según mis averiguaciones, esta trabajando en la redacción de la nueva
historia de Francia. El mismo Napoleón le encargo la tarea – dijo con cierto
desdén.
Ofelia
quedó mas tranquila respecto a ese hecho. Jean no se había olvidado de ella, a
diferencia de sus padres. Pensó en su situación detenidamente y una idea un
tanto alocada cruzó por su cabeza, aunque prefería no decirla por el momento.
-Ahora hay
que ver que haremos con Ofelia – dijo James rápidamente.
-Eso será
después – respondió Coraline duramente – ahora ella tiene que cuidarse. Cuando
este sana veremos que hará.
-Quiero ir
a Paris- dijo Ofelia.
James y Coraline
la miraron al mismo tiempo, extrañados y confusos. Coraline se acerco con un
plato de comida y dándoselo a Ofelia preguntó.
-¿Estás
segura de aquello?-
-Sí. Jean
es el único que me puede ayudar. Sé que él estará conmigo, pero necesito que me
ayuden, si es posible. Siento mucho ocasionarles todos estos problemas. No
tengo a nadie mas que me brinde auxilio- dijo bajando la cabeza.
Coraline
sonrió y la abrazo tiernamente. Beso su frente y susurrándole le respondió.
-Te
ayudaremos, pequeña, pero iremos por partes. Ahora come que necesitas estar
fuerte- le dijo al momento que volteaba a ver a James.
-Ya conozco
esa mirada Coraline, ¿Qué necesitas ahora? – dijo entre molesto y sonriente.
-Llama a
Anne Gravois. Ella nos ayudará – respondió con una sonrisa.
***
Los días
pasaron tranquilos y sin noticias relevantes. Coraline iba usualmente a visitar
a Ofelia en la semana, mientras que los otros días James se quedaba con ella.
Ambos eran muy buenos y estaban al pendiente sobre lo que a Ofelia pudiera afectarle
o faltarle. James era especialmente cariñoso con Ofelia y cuando a esta le
bajaban momentos de pena él gentilmente le ofrecía su hombro para que pudiera
llorar. Muchas veces le acariciaba el cabello hasta hacerla dormir.
Aproximadamente
a las dos semanas de estar en aquella casa de campo, James llego con una
extraña mujer. Era alta y rubia, con ojos azules como el cielo. Tenía un rostro
gentil y una sonrisa sincera que iluminaba todo el lugar. Su acento inglés era
un tanto extraño, aunque aquello no le afectaba al momento de comunicarse.
-Ella es
Anne, Ofelia. Ella te ayudará a llegar a Francia- dijo James sonriendo.
Ofelia miro
sonriendo y se sentó en la cama. Tenía muchas mas fuerzas que antes y podía
realizar algunas tareas que al principio le costaban un montón.
-Bonjour Ophélie! – dijo Anne con un tono
particularmente agudo.
-Buenos
días –respondió un tanto dudosa Ofelia.
-Bien, las
dejaré a solas. Iré a buscar a Coraline ya que ella se quedará contigo esta
noche. –se despidió James cerrando la puerta tras él.
-Alors! James me encargo que te ayudara a
llegar a Francia y eso haré desde ahora. Sin embargo, la cosa no es tan simple
como parece. Hay algo de suma importancia que debes saber antes de poder ir.
-¿Qué
cosa?- preguntó curiosa Ofelia.
-Necesitas
saber Francés. En Francia, y doy mis disculpas por aquello, no son muy amigables
con la gente Inglesa. Por eso mismo, yo
te ayudaré a disfrazar lo mejor posible tu acento inglés y, obviamente, te
enseñare a comunicarte a la perfección en français-
dijo riéndose tiernamente.
Nunca se la
había pasado por la mente aprender otro idioma que no fuera el suyo. Solo sabía
un poco de Gales, ya que su familia era de ascendencia Galesa. “Todo sea por
cumplir mi objetivo” pensó mientras Anne le entregaba un cuaderno y un lápiz.
-Ahí iremos
anotando todo y no te darás cuenta como de a poquito sabrás mucho Francés –
terminó mirándola dulcemente.
Aquella
tarde Anne le enseño diversas cosas. Partió enseñándoles los pronombres
personales junto al verbo “être” , el
cual era el equivalente al verbo “to be”.
Mas tarde vieron la conjugación de los verbos “avoir” y “faire” junto a
distintas formas de nacionalidades en francés. Anne era la persona más paciente
del mundo y estaba al pendiente de que Ofelia aprendiera bien las conjugaciones
junto a la correcta pronunciación de las palabras.
-Trés bien! – dijo feliz cuando Ofelia
pronunció correctamente “Gateaux au
chocolat”
Ofelia se
sonrojo cuando Anne grito con entusiasmo y una gran alegría inundo su corazón.
-Oki, c’est fini! Creo que estamos muy
bien por hoy. Eres una muy buena alumna Ofelia. Si sigues así muy pronto
podremos planificar tu viaje.
-¿De verdad
crees que voy bien? – pregunto Ofelia.
-¡Por
supuesto! Si pones de tu parte y mucho esfuerzo, lograrás alcanzar todas tus
metas. Nunca olvides eso, d’accord? –
pregunto sonriendo.
-Oui, d’accord – respondió Ofelia un
tanto tímida.
***
Las semanas
fueron pasando rápidamente y las lecciones con Anne fueron mejorando al punto
que Ofelia ya era capaz de mantener una conversación informal en Francés. Por
otro lado, Coraline cuidaba de Ofelia para que esta estuviera totalmente
repuesta, mientras que James había comenzado a preparar todos los trámites para
el viaje de Ofelia. Nunca se había sentido tan querida ni atendida por nadie,
no de esa manera.
Los cuatro eran como una gran familia en donde un ambiente de
amor y bondad se podía respirar. Muchas veces cenaban todos juntos entre bromas
y risotadas. Todo era muy acogedor y grato en esa alejada casa de campo donde
la tenían escondida.
A los cinco
meses de estar en ese lugar Ofelia ya podía levantarse y hacer todo por ella
misma. Ayudaba a Coraline en sus quehaceres y muchas veces salía con Anne a
pasear por el campo, obviamente disfrazada para que nadie notara su presencia.
Cierto día en la noche, James llegó y reuniéndolo a los cuatro comenzó a
hablar.
-Las cosas
se han complicado un poco. Hubo un ataque al manicomio y el doctor fue
encontrado muerto en su oficina. Quemado – dijo seriamente.
Todas
quedaron impresionadas con la noticia y un escalofrío recorrió sus cuerpos. Era
una noticia horrible, independientemente la clase de hombre que era Hopkins.
-Las
autoridades piensan que Ofelia fue la que cometió el asesinato y han doblado la
seguridad tanto en la frontera como en la ciudad. Han llamado a registrar cada
casa tanto en la ciudad como en el campo. No pasará mucho tiempo hasta que
lleguen acá-
-Pero eso
es ridículo, Ofelia ha estado acá todo este tiempo. Es imposible que ella haya
cometido tal atrocidad. Por lo demás, ¡Es extremadamente exagerado lo que están
haciendo! ¡Registrar un país completo por una niña! – replico Coraline.
-¿Qué dicen
las autoridades al respecto?- pregunto Anne.
-Se emitió
un decreto firmado por el parlamento y la misma reina Victoria. Al parecer ha
habido una oleada de incendios, los cuales han sido catalogados como obra de
Ofelia. El último fue el que llego a confirmar las sospechas de que ella es la
culpable. Han quedado en vergüenza ante su incapacidad de poder atrapar a una
niña pequeña, por lo que a toda costa quieren capturarla – recalcó James.
-¡Tengo que
irme cuanto antes! Por favor, no me pueden dejar ahora – lloró Ofelia nerviosa.
-Tranquila-dijo
James- con Anne habíamos planificado tu ida a Francia un tiempo atrás. Creo que
es hora de que lo pongamos en acción-
-Lo primero
que tenemos que hacer es llevar a Ofelia al puerto de Dover. Allá tendrá que
tomar un vapor hasta el puerto de Calais en Francia, donde podrá tomar un tren
hacia Paris- dijo Anne.
-¡Pero eso
es una locura! ¡Ofelia no conoce ni siquiera una calle de Francia! ¿Cómo creen
que será capaz de llegar sola hacía ese lugar sin perderse? – ladró Coraline.
-He estado
averiguando la dirección de Jean estos días. Para suerte de Ofelia ya la conseguí,
por lo que no le será difícil llegar hasta él. Por otro lado, Anne y yo
habíamos pensado en eso, Coraline – dijo fríamente James.
-Sí, ayer
envié un mensaje a unos amigos de Calais. Ellos recibirán a Ofelia allí y la
ayudarán a llegar al tren. Al llegar a Paris puede quedarse en casa de mi
madre, Antoinette. También le avisaré – aseguró Anne.
Coraline
miro desconfiada ante aquellos dos y abrazo a Ofelia.
-Todo
estará bien- dijo besándole la frente.
-¿Cuándo
tendremos que partir? – preguntó Ofelia.
-Ahora
mismo, no tardarán en llegar. No doy más de un día – aseguró James.
Todos se
levantaron al mismo tiempo de la mesa y comenzaron a ayudar a empacar las pocas
cosas que habían conseguido en ese tiempo. Ofelia no sabía como sentirse. Sabía
que el momento había llegado y que ya tenía que partir y enfrentar lo que ella
misma se había propuesto. No le quedaba otra opción y debía demostrar que ella
podía hacerlo. En unos minutos tenían todo listo. Se iría con James en uno de
los caballos que ocupaba para trasladarse, mientras que Anne y Coraline
partirían a la ciudad. Cuando llego el momento de despedirse, Anne abrazo a
Ofelia y le deseo lo mejor en su viaje. Coraline, quien estaba cerca, abrazo
fuerte a Ofelia y llorando le dijo:
-¡Cuídate mucho! ¡Por favor ¡ ¡Promete que me escribirás
cuando vuelvas! Je je je je, cualquier cosa solo tienes que escribirnos y te
ayudaremos a volver, ¿Entendido? – dijo mientras secaba las lagrimas de su
rostro.
Ofelia, quien lloraba también, le prometió que
lo haría y corriendo hasta James montó en su caballo y juntos comenzaron a
galopar hasta Dover a través la oscura y fría noche
.
***
El aire frío atravesaba los pulmones de Ofelia
mientras cabalgaba hacia su destino. Lo único que podía ver a su alrededor eran
arboles y tierra. El camino en algunos puntos era impreciso e irregular, por lo
que muchas veces James tuvo que tomar otros caminos o simplemente parar para
poder pensar y buscar otra salida. A las tres horas de haber cabalgado, James
paró y le dijo a Ofelia:
-Creo que deberíamos descansar. Es muy tarde y
dudo que nos busquen por acá. Estamos a cuatro horas de Dover según mis
cálculos. Podemos dormir hasta que amanezca y ahí partir. Necesito descansar un
poco- dijo un tanto fatigado.
-Sí, por supuesto. Acomodaré unas mantas para
que podamos descansar – respondió Ofelia.
Ofelia se coloco a armar unas pequeñas e
improvisadas camas mientras James hacía fuego con unas ramas que corto del
árbol más cercano. La noche estaba mas fría que nunca. James cubrió a Ofelia
con una manta y a el mismo con otra.
-Duerme bien – le dijo a Ofelia.
-Tu igual- respondió esta.
James cerró los ojos y a los segundos el sueño
le venció. Ofelia quedó mirando al cielo. La luna estaba llena y el cielo muy
estrellado. Recordó su primera y única noche con Jean y abrazo con fuerza su
manta. Quien se hubiera imaginado que ahora ella iba en busca de él, escapando
como una fugitiva desde su propia patria. Se estaba esforzando por cumplir su
sueño, pero ¿de verdad lo lograría? Tenía tanto miedo de que Jean, quizás, no
quisiera nada con ella, que el encontrara que no era digna para él. Se sintió
muy triste por eso. El bosque se volvió más oscuro y denso que nunca ya que el
fuego poco a poco se iba extinguiendo. Sentía mucho miedo y este acrecentó
mucho mas cuando de improviso el sonido de unas ramas la sacaron de sus
ensoñaciones.
¿Qué es eso? Se pregunto mientras se levantaba.
James dormía profundamente y no quiso despertarlo. Comenzó a mirar hacía los
arboles. Estaba segura que el ruido había provenido desde allí. Más no podía
ver mucho. La luz de la luna era tapada por las ramas de los arboles y el fuego
cada vez era mas débil. Sintió otra rama quebrarse y su ruido se acrecentó. Se
dio vuelta y al mirar hacía el árbol que estaba al frente de ella no pudo
evitar sentir un escalofrío que recorrió todo su cuerpo.
Un hombre alto, con brazos y piernas más largas
que lo normal se agrandaba a medida que se acercaba a ella. El poco fuego que
aún quedaba alcanzo a alumbrar su rostro que parecía estar hecho de piedra. Era
plano y no tenía nariz ni ojos ni boca. La criatura vestía un traje de
caballero y se acercaba como una araña hacia Ofelia. Esta se encontraba
congelada. No podía moverse ni siquiera gritar. El miedo la consumía por
completo a medida que esa horrible criatura se acercaba a ella. Sus grandes
brazos se estiraron y tomaron su rostro, mientras que sus piernas volaron y
aterrizaron en el fuego apagándolo. Sus manos eran frías como el hielo y sintió
como este comenzaba a restregar su rostro de piedra con el de ella. No podía
mas, no iba a resistir…
-¡Ofelia! ¿Qué te ocurre? – dijo James
preocupado.
Ofelia abrió los ojos y se vio de pie frente a
la extinguida fogata, inmóvil y temblando. Se abalanzo a los brazos de James,
llorando y moviéndose nerviosamente.
-Fue horrible… una… mons…truosa… cosa…
m-m-m-me… quería matar – dijo
tartamudeando.
-Ofelia, acá no hay nada. He estado pendiente
todo este rato y lo único que note fue que te levantaste y comenzaste a
temblar. Quizás solo fue una pesadilla. ¿Estás segura que estás bien? –
pregunto James preocupado.
Ofelia se seco las lágrimas y pensó. Quizás
solo había sido una pesadilla tal como James dijo. Lo abrazo fuerte y dijo:
-¿Puedo dormir abrazada a ti?
-Por supuesto – dijo sonriendo y cubriendo a
ambos con la manta.
Durmieron juntos unas tres horas hasta que amaneció. James y
Ofelia tomaron sus capas y montando su caballo emprendieron viaje de nuevo. A
mitad del viaje toparon con un pequeño pueblo donde pudieron comer algo en una
antigua y poco visitada taberna. Luego de estar seguros que nadie los había
visto siguieron en camino hacia Dover. Al cabo de dos horas llegaron al puerto,
donde James pudo conseguir un cupo para Ofelia en el vapor que saldría a las 12
del día.
-¿Cómo puedes conseguir lo que quieres con tan
solo hablar?-pregunto Ofelia un tanto sorprendida.
-Veras, soy un doctor un tanto respetado. He
recorrido muchas partes de este reino y conozco mucha gente. Siempre recuerda
que hacer amistades con las personas correctas puede traerte muchos beneficios.
Sobre todo si tienen cargos públicos- dijo susurrando lo último.
Ofelia sonrió y miro el lugar. Podía ver como
el mar chocaba contra las rocas cercanas. El olor a pescado y mariscos inundaba
su nariz y a pesar de que no era un olor muy agradable no le molestaba en
absoluto. Paso a comer con James a una pequeña posada cerca del lugar donde
tomaría el vapor. Cuando estaban en el lugar comiendo, James señalo por la
ventana y comenzó a explicarle a Ofelia.
-Esta lleno de guardias, por lo que tenemos que
ser precavidos. Han sido informados sobre tu aspecto físico, así que
cambiaremos tu apariencia para que puedas abordarlo.
-¿Cómo?- pregunto Ofelia.
James abrió su bolso y mostro su contenido a
Ofelia. Una peluca, bigotes falsos y ropa de hombre esperaban en su interior.
-Te vestirás de hombre y mostraras esta
identificación que conseguí para ti- dijo guiñando un ojo.
Ofelia tomo el documento que le entregó James.
Este tenía el nombre “Stephan Harker”. Le pareció un lindo nombre, aunque
consideraba una locura hacer todo eso. Se puso sumamente nerviosa. ¿Si la
descubrían? Esta era la prueba de fuego. James tomó su mano y mirándolas
fijamente dijo:
-Ofelia… ¿Estás segura de que quieres hacer
esto? – preguntó.
-Sí… estoy segura- respondió.
-Ofelia, yo podría darte muchas cosas… este
tiempo que he pasado contigo me he dado cuenta lo hermosa que eres. Podríamos
irnos los dos juntos. ¡Vamos a Noruega! Yo sé que puedo hacerte feliz. Si tan
solo me dieras una oportunidad...-dijo mirándola tiernamente.
Ofelia se sintió sumamente mal. El momento era
muy incomodo para ella. James era una buena persona y sabía que con él podría
llevar una vida tranquila y libre de preocupaciones. Mas sabía que su corazón
apuntaba hacía otra dirección.
-James… lo siento. Yo quiero a otro hombre. No
puedo corresponder tu amor. Espero puedas perdonarme. Mi intención no es
hacerte daño- dijo mirándolo fijamente.
James la miro tristemente y luego desvió su
mirada a la ventana.
-Creo que es hora que te vistas. El vapor
saldrá en media hora- dijo con una sonrisa triste.
James y Ofelia salieron de la taberna y detrás
de esta misma James ayudo a Ofelia a colocarse su traje, su peluca y bigote. Luego
de diez minutos de arreglo Ofelia quedo lista. Fueron corriendo hacia el lugar
donde el vapor esperaba a Ofelia. Era grande y majestuoso. Al parecer estaba
reservado para gente de dinero. Sin duda James tenía muy buenos contactos.
-Bien, es hora de que vayas Ofelia – dijo
triste James.
-James, gracias por todo. Eres un gran hombre y
sé que serás muy feliz con una mujer que te aprecie de verdad. Te quiero mucho-
dijo Ofelia sonriendo.
James sonrió ante esas palabras y abrazo a
Ofelia rápidamente. Tenían que guardar las apariencias frente a las personas
que pensaban que Ofelia era Stephan Harker. Ofelia sonrió de vuelta y se
apresuró a tomar el vapor. El marino tomo su identificación y sin poner mayor
objeción la dejo pasar. Ofelia miró por última vez mientras James se alejaba
despidiéndose con la mano. Sería la última vez que lo vería.
***
Ofelia nunca había viajado en un barco a vapor.
De hecho, ni siquiera sabía como sería el viaje ni cuanto le tomaría. No se
sentía ni con el más mínimo humor de hablar con nadie. Por la misma razón, y
para evitar tener que enronquecer su voz al hablar, decidió caminar hacia la
proa del barco y observar como este cruzaba el océano. Solo fue hasta pasada
unas horas, cuando un marino gentilmente la invito a entrar, que abandono el
lugar.
Mientras miraba el agua y a Inglaterra
alejándose de ella, se pregunto como estarían sus padres. Fueran como hubieran
sido y a pesar de todas las cosas que ocurrieron al final, no podía evitar
sentir tristeza de que todo hubiera terminado así. Sabía que nunca mas los
volvería a ver y que lo única esperanza que le quedaba era encontrar a Jean en parís.
Las olas chocaban contra el barco y cierto sentimiento de tranquilidad la
invadió. Una esperanza invadió su ser. Podía ser que todo saliera bien y
finalmente podría ser feliz. Algunas veces se necesitaban hacer sacrificios
para poder alcanzar lo que uno quiere y ella estaba dispuesta a hacerlos.
-A todos los pasajeros se les informa que el
barco llegará a tierra en aproximadamente una hora – dijo un marino de tez
blanca y ojos azules.
Ofelia salió de su ensoñación cuando el marino
pronunció esas palabras y bajo hacia el pequeño salón central donde todas las
personas conversaban animadas. La verdad no tenía muchas ganas de estar ahí. El
no tener ventanas cerca para mirar por donde iban la habían comenzado a marear.
Sentía que no resistiría mas estando en aquel lugar.
-Buenas tarde, señor – dijo una señora al lado
de ella.
Ofelia la miró. Era un tanto regordeta y de
cabello castaño oscuro. Su tez era morena, muy parecida a la de Jean. Tenía un
rostro duro, aunque una mirada dulce. Enronqueció la voz y contesto.
-Buenas tardes, señora –
-Siento interrumpirlo, pero no tengo
acompañantes y quiero conversar con alguien aunque sea unos minutos
– dijo
cordialmente la señora.
-Es un placer- tomó la mano de la señora y la
beso en una ridícula pose que la hizo ver muy femenina.
-¿Qué asuntos lo llevan a la bella Francia?-
preguntó la señora.
-Bueno, iré a ver unos negocios de mi padre –
al decir eso una punzada le llego al corazón.
-Ohh, ya veo. Pero que descortés he sido, ¡No
me he presentado! Me llamo Francisca Lakes – dijo ruborizada.
-Ofe… perdón, Stephan Harker. ¡Qué curioso
nombre! Nunca había escuchado el nombre Francisca – contesto curiosa Ofelia.
-No es muy común la verdad. Aunque la verdad me
gusta mucho – respondió Francisca.
-¿y a usted que la trae por acá?- pregunto
Ofelia.
-Estoy un tanto anciana y no me gustan como
están las cosas en la esquizofrénica Inglaterra. Esa apestosa gorda en el trono
– al decir esas palabras bajo el volumen de su voz – cree que los esta
engañando a todos, pero conmigo no
puede. Su patético estilo victoriano y normas de las mujeres no son más que una
ridícula fachada para las atrocidades que el imperio ha cometido todo este
tiempo. No soporto la hipocresía de este reino. Pasaré unos meses acá en
Francia y luego me iré a un país que va en vías de un muy buen desarrollo. Con
la poca fortuna que tengo podré montar alguna empresa allá y viviré el resto de
mis días en paz – terminó tomando una gran bocanada de aire y expulsándola
fuertemente.
Ofelia le encontró, en parte, mucho sentido a
lo que decía la anciana. Más estaba curiosa acerca del nuevo país que hablaba
la señora.
-¿Cuál país es ese? – preguntó.
-La verdad no recuerdo el nombre – abrió su
bolso y tomando un gran puro lo prendió – creo que se llamaba Chili o Chiley–
dijo llenando de humo la estancia.
Pasaron el resto del tiempo conversando
agradablemente. Ofelia intento actuar como hombre lo mejor posible y siempre
que la señora llegaba a un punto en que pudiera descubrirla rápidamente
inventaba algo para distraerla. Así fue como paso la hora hasta que un marino
hablo:
-Hemos llegado. Por favor, todos tomad vuestras
pertenencias y descended en orden- dijo duramente.
Ofelia tomo su equipaje y bajo con la agradable
anciana. Había llegado a Francia y se sintió un tanto tranquila. El día aún
estaba claro y al mirar el océano pudo notar las rocas blancas de Dover. Un
poco de nostalgia la invadió, aunque esta solo duro unos minutos ya que recordó
que James le había dicho que al momento de descender tendría que buscar a unos amigos de Anne. El problema es que no
sabía quienes eran ni tampoco donde la esperarían.
-¿A dónde tiene que ir?- preguntó la señora.
-Bueno, unos amigos tienen que buscarme, pero
en realidad no los veo en ninguna parte. Necesito tomar un tren hacia Paris –
respondió rascándose la cabeza.
-Puedo llevarte hacía la estación ferroviaria.
Cerca de allí queda el lugar donde me quedaré. Odio Paris, la verdad. Creo que
es la ciudad más horrible de este planeta. No soporto a los franceses de Paris.
¡Acá en la costa son tan distintos! – dijo tomando a Ofelia del brazo
arrastrándola hacía la estación ferroviaria.
La estación no quedaba muy lejos del lugar
donde habían descendido del barco. A los veinte minutos de haber caminado la
señora se detuvo y dijo:
-Allí adentro puedes conseguir boletos hacia
Paris. Creo que deberías quitarte ese incomodo traje y colocarte un vestido mas
cómodo – dijo guiñando un ojo.
Ofelia miró sorprendida y la señora sonrió.
Saco un puro de su caja y encendiéndolo
la miró fijamente.
-Mas sé por vieja que por diabla. No sé que
asuntos te traen por acá, pero ten mucho cuidado. Este no es lugar para niñas
tan jovencitas como tú. Cualquier cosa que ocurra puedes volver a Calais y
quedarte conmigo. A esta pobre vieja no le vendría mal una buena compañía –
dijo sonriendo.
-¿Cómo supo que no soy un hombre?- pregunto
Ofelia.
-Mi vida, ¿Desde cuando un hombre conversa con
una dama sin ni siquiera meter una mano en el bolsillo para acomodar su “willy
willy”? – dijo guiñando un ojo.
Ofelia rió y miró hacia la estación. Dos
hombres con un cartel gigante que decía “OFELIA” esperaban cerca de las
boleterías. Intuyo de inmediato que aquellos debían ser amigos de Anne. Miró a
la señora y dijo:
-Muchas gracias por todo. Por cierto, me llamo
Ofelia – dijo despidiéndose besándole la mano.
-No olvides lo que te dije. Estaré un buen
tiempo acá antes de irme. Buen viaje, pequeña – dijo mientras volteaba y se iba
dejando una estela de humo atrás.
Ofelia corrió hacia los hombres con el cartel y
sacándose el bigote y la peluca se presento ante ellos. Hablaban un francés
bastante extraño y a veces a Ofelia le costaba un poco entenderles.
-Acá esta tu ticket. Tomarás el tren que sigue
hasta Paris. En cuanto llegues allá el hermano de Anne estará esperando en la
línea- dijo el más alto de los dos.
-¿Cómo sabré quien es él? – preguntó Ofelia.
-Imposible no saber. De todos modos, su nombre
es Armand, Armand Vangor- contestó el hombre.
-Muchas gracias – dijo Ofelia.
El tren llegó a los pocos minutos y Ofelia lo
abordó vestida de hombre. Tomo asiento
cerca de una ventana y observando a través de esta vio como la ciudad portuaria
iba desapareciendo tras ella. Sin duda, nunca olvidaría a esa simpática, pero
extraña señora.
***
Un antiguo salón estaba al frente de ella. Dos
lámparas colgaban desde el techo alumbrando toda la estancia con una extraña
luz azul. Jean se encontraba sentando al medio en un antiguo sofá. Dos mujeres estaban
de pie tras él, a la vez que una sostenía una copa y la otra una campanilla. La
primera tiro la copa por los aires y al caer al suelo esta se transformo en un
gran candelabro de siete velas. Ofelia nunca había visto tal cosa antes. Luego,
la otra mujer tocó la campanilla y las luces cambiaron de color. Jean se
levanto y sus brazos comenzaron a alargarse mientras que su cara se volvía lisa
y sin expresión. Se acercaba peligrosamente hacia Ofelia, con la muerte marcada
en su rostro.
Ofelia despertó de improviso. Al parecer se
había quedado dormida a los pocos momentos de tomar el tren. Era ya muy oscuro
y no podía ver mucho por el exterior, así que prefirió cerrar los ojos y
pensar. Esa extraña criatura había aparecido de nuevo en sus sueños, aunque no
estaba muy segura si la primera vez que la había visto había sido en un sueño o
no. Seguramente se sentía muy cansada y por eso veía esas cosas. Eso debía ser.
Había viajado por mucho tiempo y necesitaba urgente poder descansar en alguna
cama.
Las horas pasaron una tras otra y
repentinamente el tren paró. Ofelia miró y recordó que aún estaba disfrazada de
hombre por lo que tenía que aparentar. La verdad se le hacia mas cómodo andar
vestida así que con esos ajustados y aparatosos vestidos que siempre ocupaba.
Toda la gente comenzó a descender y ella los siguió. Ya habían llegado a Paris
y tenía que buscar a Armand. Descendió del tren y a la primera mirada supo
donde estaba. Armand tenía la misma cara serena de Anne junto al pelo rubio y ojos
azules como el cielo. Se acerco a él y hablando lo mejor que pudo preguntó:
-¿Es usted Armand?
-Sí – contestó él amablemente.
-Je suis
Ophélie- dijo Ofelia mientras se quitaba la peluca y el bigote.
Armand sonrió y dándole un cálido abrazo la
guió hacía el carruaje que esperaba fuera de la línea de trenes. Ofelia alcanzo
a mirar un poco su alrededor antes de subir y no pudo estar mas de acuerdo con
Francisca. Paris no era la gran cosa como todos decían.
Era muy temprano. Al parecer debían ser entre
las 10 y 11 de la mañana. El viaje fue calmo y tranquilo. Armand la miro
detenidamente mucho rato antes de emitir cualquier palabra. Cuando ya habían
recorrido varias calles en el carruaje, el preguntó:
-¿Cómo estuvo el viaje?
-Agradable. No me quejo en lo absoluto. Gracias
– dijo sonriendo.
Armand la miró profundamente. Ofelia se sentía
extraña por la forma en como Armand la había estado observando todo este tiempo,
por lo que decidió desviar su mirada por la ventana el resto del viaje hasta la
casa de la madre de Anne. A los pocos
minutos el carruaje se detuvo y Ofelia tuvo que bajar. Al mirar la casa de la
madre de Anne, lo único que pudo hacer fue abrir la boca en un estúpida mueca
mientras contemplaba todo el lugar. Era hermosa y grande, de una antigüedad
indudable, sin duda. Una gran puerta se ofrecía ante ella y antes que cualquier
cosa la sacara de su contemplación una señora salió de ella directo hacia
Ofelia.
-¡Querida! Ya has llegado. Me tenías tan
preocupada. Anne me hubiera matado si Armand no te encuentra
– dijo mientras
abrazaba a Ofelia.
En un primer momento Ofelia pensó que ella era
una gran torta. La madre de Anne, que según recordaba se llamaba
Antoinette, era grande, gorda y llevaba puesto un hermoso vestido
negro con vuelos y encajes. Sus rubios cabellos estaban envueltos en un
exquisito peinado, adornado con un pequeño bonete y sus manos llevaban guantes
de seda, lo que la hacían irradiar elegancia. Su rostro era un tanto distinto
al de Anne, aunque sus ojos eran exactamente los mismos. Tomo a Ofelia de la
mano y la llevo al interior junto con Armand.
El lugar era muy lujoso y Ofelia seguía
sorprendiéndose, a pesar de que ella misma había vivido en un lugar lujoso en
Inglaterra. Entraron a un salón grande con muchos cuadros decorando sus
paredes, junto a antiquísimos jarros traídos desde países recónditos y cortinas
hechas de alguna tela traída del medio oriente. Antoinette sentó a Ofelia con
ella en un gran sofá y mando a una empleada a traer un té para ambas.
-Armand trae a tu hermano para que salude a
nuestra invitada – dijo bastante alegre.
Armand salió del lugar y Antoinette saco un
pañuelo mientras decía:
-Sé porque estás acá. Anne me conto toda tu
historia en su última carta y lo encuentro sencillamente encantador. Es muy
romántico lo que haces, querida Amélie
–
-Me llamo Ophélie
– respondió Ofelia.
-Como sea, querida. Los nombres no hacen a las
personas, o por lo menos eso creo yo -
dijo sonriendo abiertamente – cuéntame cómo fue tu viaje, quiero saber todos
los detalles –
Ofelia comenzó a relatar toda su travesía desde
que había tomado el caballo con James hasta Dover y luego como había tomado el
vapor hasta Calais junto a la extraña señora, que la llevo hasta la línea
ferroviaria. De improviso Armand llego con otro hombre. Llevaba un elegante
traja de caballero el cual hacía resaltar sus ojos verdes, lo que lo hacían ver
muy guapo. Era más parecido a Antoinette que a sus hermanos.
-Siento interrumpirte, Amélie, pero quiero
presentaros a mi hijo menor, Alvar. Por favor, acércate a saludar a la señorita
– dijo Antoinette ruborizada.
-Yo la veo mas como un hombre – contesto riendo
mientras se acercaba y tomaba la mano de Ofelia – un gusto Ofelia. Espero
podamos tener una platica mas tarde – terminó guiñando un ojo.
-No quiero que andes haciendo tus ofrecimientos
extraños. Te he dicho que tu “fabulosa” idea no me parece para nada favorable.
En estos tiempos en los que estamos ya todo es peligroso. Solo tienes que ver
como termino tu padre – vocifero con los ojos llenos de lagrimas mientras
apuntaba un cuadro cercano.
Un hombre rubio y de rostro amable los miraba
desde la pintura. Llevaba un periódico en la mano y tenía la apariencia de
haber sido alguien muy importante. Ofelia miró a Antoinette y esta la miró con
una expresión de disculpa. Luego seco sus lágrimas con su pañuelo y dijo:
-Lo siento. Aún no puedo superar la muerte de
mi esposo. Fue un gran hombre. No merecía el destino que le toco. Creo que
deberías ponerte cómoda Ofelia, estás cansada y seguramente quieres descansar. Armand,
guía a Ofelia a su habitación – dijo mas calmada
Armand y Alvar se acercaron y Ofelia los
siguió. Subieron una gran escalera hasta un pasillo con innumerables
habitaciones. Insistía que a pesar de que ella también vivió una vida de
grandes lujos, cada detalle de esa casa le sorprendía. Entraron a la habitación
que estaba destinada para ella y Ofelia noto que su equipaje ya estaba ahí.
-Muchas gracias por todo. Espero no ser una
molestia para ustedes el tiempo que tenga que estar acá. Prometo que será breve
– dijo Ofelia.
-No tienes que preocuparte – contestó Alvar
acercándose – lo que tienes preocuparte ahora es como encontrar a la persona
que vienes a buscar. Anne nos envió hace unos días una carta con una dirección
a la cual te tenemos que llevar cuando te sientas preparada –
Ofelia quedó helada. Nunca pensó que todo sería
tan rápido. Un cierto sentimiento de felicidad comenzó a inundar su corazón
mientras se sentaba en la cama. Podría ir de inmediato, pero no quería abusar
de la hospitalidad de ellos.
-Preferiría descansar, son muy amables. Gracias
– dijo Ofelia.
-Esta bien – dijo Alvar a la vez que con su
hermano se iban hacia la puerta – solo nos tienes que decir y te llevaremos
hacia el lugar.
Habiendo dicho eso ambos hermanos salieron del
lugar y cerraron la puerta tras ellos. Ofelia se sintió muy afortunada por
haber conocido a todas las personas bondadosas que la habían ayudado a llegar
hasta ese lugar. Se acerco a la ventana y observo París. Ahora que lo pensaba,
quizás no era tan feo después de todo. Se miró en el reflejo de la ventana y
noto que aún estaba vestida de hombre. Estaba a punto de partir a cambiarse
cuando en el reflejo noto que alguien estaba detrás de ella. Se volteo
rápidamente y no encontró a nadie. Seguramente debe ser el cansancio, pensó, y
se fue a su equipaje a buscar ropa para cambiarse.
***
Ofelia descanso todo el día y salió de su
habitación al otro día para desayunar con la familia de Anne, los Gravois. Todos
devoraban su petit-dejéuner (el cual
incluía croissants, brioches y baguettes recién traídos) con entusiasmo a medida que conversaban de
diversos temas. Ofelia noto que eran muy unidos, aunque una pequeña pelea
surgió cuando Alvar sugirió una idea de algo llamado “Club Artístico para los
reprimidos”.
-He dicho que no – grito Antoinette escupiendo
trozos de pan – no permitiré que le pase algo a nadie mas de mi familia.
-Madre, tendremos cuidado. Hemos planeado muy
bien como será y te aseguro que nada ocurrirá – dijo Alvar señalando con una
cuchara.
-Piensa madre, no tendremos dinero toda la
vida. Este negocio nos traerá el dinero que necesitaremos para poder sobrevivir
mas adelante – señalo Armand.
-Son unos testarudos igual que su padre.
Querida Amélie, no saben en el lio que se meterán si crean su peligroso club –
reclamo Antoinette acariciando la mano de Ofelia.
-Se llama Ophélie, mamá – dijo Alvar.
-¡Como sea! No quiero tener mas esta
conversación otra vez – cerró el tema Antoinette dejando un ambiente muy tenso
tras ella.
Ofelia observó a Antoinette. Estaba de negro
por segundo día consecutivo y suponía que aún estaba viviendo el luto de su
difunto marido. Todos comían con un mortal silencio y Ofelia se comenzó a
sentir incomoda por lo que hablo fuerte.
-No quisiera molestar, pero creo que me
gustaría ir hoy día – le dijo a Armand.
-Perfecto, al terminar el desayuno iremos –
respondió Armand.
Antoinette tomo la mano de Ofelia y se
ruborizo. Se le llenaron los ojos de lágrimas y dijo:
-¡Qué emoción, querida! Te encontrarás con él.
¡Es tan romántico todo esto! Me haces recordar cuando yo era una jovencilla
enamorada. Qué tiempos aquellos – terminó mirando al cielo.
Terminaron todos de comer su desayuno y Ofelia
salió al carruaje con Armand. El sabía la dirección de Jean y juntos
emprendieron viaje. Al parecer el hogar de Jean quedaba lejos de donde vivían
los Gravois ya que se demoraron aproximadamente una hora. De improviso el
carruaje paro y Armand dijo:
-Hemos llegado –
Ofelia salió rápidamente de su carruaje y miró.
La casa de Jean era pequeña y estaba pegada a otra casa. En realidad, ahora que
se fijaba bien, todas las casas parecían estar pegadas las unas tras las otras.
Armand se sentó en el carruaje y dijo:
-Te esperaré acá. Tomate tu tiempo, aunque
recuerda que no tenemos que llegar tarde para el déjeuner – dijo sonriendo.
Ofelia sonrió y toco la campana de la casa. Se comenzó
a sentir nerviosa ya que nadie salía a abrir la puerta. Parecía que los
segundos se hacían interminables mientras esperaba a que Jean saliera. No creía
que la dirección que la había enviado Anne, la cual había sido averiguada por
James, estuviera incorrecta. Sentía que el corazón se le iba a salir por la
boca y sus manos comenzaron a sudar. Estaba a punto de dar media vuelta cuando
un ruido la detuvo. La puerta frente a ella se abrió y un muchacho moreno de
lentes la miró. Jean lucía igual que antes.
-¡Ofelia! – dijo en un inglés improvisado –
¡Estás acá! Pero, ¿cómo? Ven pasa –
Ambos entraron al lugar. Era pequeño pero muy
acogedor, con las paredes adornadas con un bello papel tapiz, aunque también tenía
el aspecto de una casa en donde vivía un
hombre solo. Había muchos muebles con libros y un escritorio lleno de papeles
desordenados por doquier. Tomaron
asiento en un sillón cercano y Jean tomo las manos de Ofelia.
-He escuchado cosas horribles de ti, Ofelia.
Necesito que me expliques todo ahora mismo – dijo Jean desconcertado.
Ofelia tomo aire y comenzó su relato. Todo
desde como había llegado al manicomio hasta ahora como estaba en Francia. Jean
no podía creer lo que Ofelia le estaba contando y al terminar esta su relato,
la abrazo fuertemente.
-Lo siento tanto. Creo que todo es muy culpa.
Has pasado por todo esto y yo no he estado ahí para ayudarte – dijo un tanto
triste.
-No importa,
Jean. Solo quiero saber dos cosas. ¿Te llego la última carta que te envié,
antes de caer a ese lugar? ¿Por qué no apareciste en tanto tiempo – pregunto un
tanto triste.
-He estado muy ocupado, Ofelia. En el tiempo en
el cual tú enviaste la última carta acá estábamos con problemas de gobierno. Un
golpe de estado me topo en esas fechas y cuando supe la noticia de que estabas
encerrada viaje como pude a verte, pero me fue negado entrar. Luego supe que
eras una asesina que quemaba lugares y no supe que pensar. Tus padres me
recibieron muy mal cuando fui a tu casa a preguntar por ti – dijo Jean.
-Entiendo – dijo Ofelia triste.
Jean la abrazo nuevamente y Ofelia se hundió en
su pecho. De verdad quería a ese hombre con todo su corazón y sencillamente no
podía sentirse mal estando a su lado. Acerco su cara a la de el y beso su
mejilla. Jean sonrió y comenzó a besar sus ojos. Comenzaron a hablar sobre el
último tiempo en Paris y Jean se preocupo de explicarle la situación Ofelia. Al
parecer no se sentía muy contento con todo lo que estaba pensando, aunque no
tenía más remedio que aceptarlo. Luego de un rato, Ofelia sintió que era momento
de hacer la pregunta que tenía atragantada en la garganta. Tomando aire y
reuniendo la mayor valentía posible se atrevió.
-Jean, quiero saber si tú sientes algo por mí.
He viajado desde muy lejos por ti y quiero saber si será posible que estemos
juntos – preguntó Ofelia con el corazón en su garganta.
Jean poso sus ojos sobre ella y trago saliva.
Miro hacia el cielo y sus manos temblaron un poco. Luego la miro a ella de
nuevo y dijo:
-Es un poco difícil –
-¿Por qué? ¿Acaso no soy lo suficiente bonita para
ti? ¿No me quieres ni un poquito? – pregunto Ofelia nerviosa.
-No es eso, eres hermosa y me gustas mucho. Es
solo que no me siento listo para estar con una mujer aún. Hay cosas que aún me
afectan… - dijo con un tono misterioso.
-Puedo esperarte. Sé lo que te ocurrió tiempo
atrás. Puedo ser paciente y ayudarte a sanar tus heridas – dijo Ofelia
emocionada.
-No lo hagas, no sería justo para ti – replico
Jean.
Ofelia se sintió como una tonta. Había hecho
hasta la imposible para llegar ahí y estar con Jean para que este le dijera
eso. Cubrió su rostro con sus manos y comenzó a llorar fuertemente. Jean la
abrazó y le beso la mejilla. La saco las manos de su rostro y las contemplo.
-Tus manos son bellísimas – dijo sorprendido.
-Tú no las quieres – respondió Ofelia con un
puchero.
-No es eso, Ofelia. Es tan solo que aun no sé
nada. Tan solo necesito tiempo – dijo Jean.
-¿No será que hay otra mujer en tu vida? –
preguntó Ofelia.
-No, no hay otra mujer – aseguró Jean.
-¿Seguro? –pregunto por ultima vez Ofelia.
-Seguro- contesto él.
Ofelia pensó un minuto y tomó una decisión.
Sabía que Jean estaba un poco confundido y que necesitaba un empujoncito para
poder decidir. Si ya había venido de tan lejos por él, ¿qué tanto le costaría
conquistarlo? Se esforzaría le mejor posible para demostrarle que ella valía la
pena y que juntos podrían ser muy felices. Solo necesitaba más tiempo y
paciencia.
-¿Nos volveremos a ver? – pregunto Ofelia.
-Por supuesto. Cuando quieras. Tan solo avísame
y me haré el tiempo para ti – respondió Jean
-Mañana. ¿Puedes? Recordemos viejos tiempos –
sugirió Ofelia.
-De acuerdo. Ven acá y prometo tener algo
delicioso de comer para ti. Puedes alojarte acá si se hace muy tarde – dijo
Jean.
-¡Ya!- dijo Ofelia emocionada ante la idea de
dormir con Jean.
Ambos se abrazaron muy fuerte y Ofelia intento
besar a Jean, mas este desvió su rostro. Ofelia se sintió un poco mal, pero
después comprendió a Jean y decidió que ya era suficiente. Le dijo a este que
ya necesitaba irse porque se haría tarde y tenía que almorzar con los Gravois.
Jean la acompaño hasta la puerta y acordaron verse al otro día en la tarde.
Jean se despidió de Ofelia y de paso saludo a Armand quien le devolvió el
saludo toscamente.
-¿Estamos listos? – pregunto Armand.
-Sí – dijo sonriendo Ofelia.
Viajaron de vuelta a casa en paz y en silencio.
Ofelia no podía evitar sentir esa sensación extraña en el estomago al pensar de
que pasaría un día y una noche con Jean. Sabía que podía cumplir su objetivo y
se sentía muy cerca de este. Solo tenía que tener paciencia y constancia para
poder lograrlo. Muchos pensamientos buenos circulaban en su mente y se sentía
de un extraño buen humor.
Llegaron justo a tiempo para el déjeuner. Comieron un extraño plato que
nunca había visto antes, el cual ellos llamaban “pot au feu” el cual era muy delicioso por lo demás. Antoinette comía
con esmero al igual que sus hijos. Al parecer les gustaba mucho comer.
-¿Cómo te fue con tu prometido, Amélie? –
pregunto Antoinette.
-Lo siento, pero aún no es mi prometido – dijo
Ofelia masticando un trozo de carne – pero me fue muy bien. Acordamos mañana
juntarnos a pasar la tarde-
-Me parece estupendo. Me encanta que estés en
vías de enamoramiento – dijo mientras limpiaba su boca con una servilleta de
tela.
-Que ganas de escuchar un poco de música – dijo
Alvar.
-Toca el piano, entonces – le apunto su hermano
en tono de broma a Alvar.
-Sabes que soy un asco en eso – dijo Alvar.
-Yo puedo hacerlo si quieren – dijo Ofelia
recordando que a pesar que siempre odió esas lecciones, aprendió a tocarlo a la
perfección.
-Estaría complacida de escuchar las notas que
salen de tus delicadas manos, Amélie – apuntó Antoinette.
Ofelia camino hacía el enorme piano de cola que
estaba cerca de ellos y acomodándose comenzó a tocar una antigua pieza que
había aprendido hacia mucho tiempo atrás. Todos miraban atentamente la
ejecución de Ofelia con el piano y mas sorprendidos quedaron cuando de
improviso comenzó a cantar. La voz de Ofelia era dulce y llena de matices,
capaz de llegar a tonos muy agudos como también de hacer notas muy bajas que
llenaba de dulces emociones los acordes que salían de sus manos. Al terminar su
canción todos la aplaudieron estruendosamente.
-Ha sido magnifico, Amélie – dijo Antoinette
secando sus lágrimas – nunca había escuchado música tan celestial como la que
has tocado hace unos momentos.
-Maravilloso – gritaron Alvar y Armand mientras
seguían aplaudiendo.
-Gracias, son muy amables. Creo que ya es hora
que me retire a descansar – dijo un tanto tímida.
-Nosotros te acompañamos – dijeron ambos
hermanos al mismo tiempo que la arrastraban hasta su habitación.
Ofelia se sentó en su habitación y los observó
con detenimiento. Ambos hermanos se miraron como niños planeando algo. Se
acercaron y murmuraron algo que Ofelia alcanzó a captar.
-… es perfecta. Tan solo pregúntale y nada
perderás…-dijo Armand.
Ambos se voltearon y vieron a Ofelia
observándolos dudosa. Alvar se acerco y empezó a hablar.
-Sabemos tu situación, Ofelia. Posiblemente en
un tiempo mas necesitaras dinero, ya que no creo que mi hermanita te haya
dejado mucho- dijo levantando una ceja.
Ahora que lo pensaba Alvar tenían razón. Había
encontrado a Jean, pero aún no sabía si lo que quería se cumpliría ya que
necesitaba de mucho tiempo y por ende también de dinero en caso de cualquier
accidente. A pesar de que en esa casa nada le faltaba tenía que aprender
subsistir por ella sola. Podía ser,
también, que no resultara nada con Jean
y no quería abusar de la hospitalidad de los Gravois.
-Por eso mismo Ofelia, te tenemos un
ofrecimiento que no podrás resistir – dijo Armand.
-¿Cuál? – pregunto Ofelia.
-Verás, mi hermano y yo tenemos una idea. Estos
son tiempos duros donde nadie puede ni siquiera decir lo que piensa. Nuestro
padre fue una victima de todo lo que esta pasando, y queremos hacer algo que
quedará en su memoria y le dará justicia – comenzó Alvar.
-Por lo que hemos planeado colocar un club
artístico clandestino donde toda persona que quiera expresarse será libre de
hacerlo – terminó Armand.
Ofelia recordó el desayuno y como Antoinette
había gritado su desaprobación a tal idea.
-¿y yo en qué puedo ayudarles?- pregunto Ofelia
confundida.
-Pues, eres linda y por lo demás cantas y tocas
el piano muy bien. Podrías perfectamente montar un show con una banda que
estamos armando. Anne nos conto que eres muy dinámica - dijo Armand.
No le parecía tan mala la idea ahora que lo
pensaba bien, aunque intuía que un tanto de peligro recorría en trabajar en ese
club. Poso su mirada en ambos hermanos y luego de meditar un poco, llego a la
conclusión que era lo mejor que podía hacer. Tendría un trabajo estable con
gente confiable y mientras no los descubrieran todo estaría bien. Por lo demás,
no sería por mucho tiempo. Solo hasta aclarar la situación con Jean. Luego de
eso vería como arreglárselas.
-Esta bien, acepto – dijo Ofelia sonriendo.
-Genial-dijeron ambos hermanos al unísono
-Aunque debes ser cautelosa. No debes mencionar
a nuestra madre sobre lo del club. No resistiría saber que la idea es mas en
serio de lo que ella piensa – dijo Alvar un tanto nervioso.
-Bien,
pero también necesito un favor de ustedes – dijo rápidamente.
-¿Cuál? – preguntó Armand.
-Mañana quiero pasar toda la tarde y también la
noche con Jean. No creo que a vuestra madre la parezca prudente que yo haga eso
y tampoco quiero hacerla enojar. Necesito que me cubran hasta que yo llegue
para evitar problemas – dijo un tanto dudosa.
-No hay problemas – dijo Alvar – nosotros te
cubriremos. Todo sea por llevar el club adelante-
Armand dio una mirada a su hermano y después a
Ofelia. Un silencio lleno la estancia sellando el pacto que los tres habían
acordado en esa habitación. Ambos hermanos salieron de la habitación mientras
que Ofelia sacaba una tela y con unos oleos que le habían traído comenzaba a
pintar una escena que tenía en su imaginación. La acción estaba a punto de
empezar.
***
Al otro día Ofelia despertó temprano y desayuno
con los Gravois. Todo comenzó con absoluta normalidad y los ánimos entre todos
se veían de lo mas favorable. Antoinette vestía de negro como siempre y
devoraba pan como si el mundo se fuera acabar.
-¿A qué hora irás donde tu prometido, Amélie? –
pregunto.
-Después de desayunar. Almorzaremos juntos y
pasaremos la tarde paseando – mintió.
-Oh, ¡qué romántico! Recuerdo cuando mi esposo
me llevaba por las calles de parís de la mano… - comenzó alargándose por lo
menos unos quince minutos contando cada detalle de sus citas con su esposo.
Alvar y Armand rieron en silencio ante los
gestos que hacía su madre al hablar. En cierto sentido Ofelia se sentía un
tanto identificada con Antoinette. Seguramente ella hablaría así de Jean si hubiera pasado por la misma
situación que ella, aunque no podía negar que se veía muy graciosa verla
expresarse de esa manera mientras movía su elegante, pero gorda humanidad. Luego de haber acabado con la plática ambos
hermanos llevaron a Ofelia al carruaje donde le explicaron como sería el plan.
-Bien, te llevaremos donde Jean y te quedarás
con él en su casa. Por ningún motivo debes salir más tarde que de las 6. No
podemos arriesgarnos – dijo Armand.
-Le diremos a mamá que te trajimos a las 6:30 y
que no te sentías muy bien por lo que quisiste quedar acostada sin que nadie te
molestara – continuó Alvar.
-Te iremos a buscar muy temprano a la casa de
Jean mañana. Debes estar lista ya que te llevaremos de vuelta a la casa y te
recostaras fingiendo que nada de esto ha pasado – terminó Armand.
-Entendido – contesto Ofelia.
-Por último, debes prepararte ya que mañana
comenzarás tu show en nuestro club. Será la inauguración – dijo Alvar.
-Tan rápido – contesto Ofelia sorprendida – no
pensé que comenzaríamos tan luego-
-Dentro del negocio no hay tiempo que perder –
dijeron ambos al unísono mientras ayudaban a Ofelia a subir al carruaje
Con la velocidad de un rayo ambos hermanos
cruzaron todo Paris hasta la casa de Jean. Como habían acordado el día
anterior, este la esperaba en su casa y recibió a Ofelia con un gran abrazo al
momento de verla. Jean saludo a Armand y Alvar y les prometió que cuidaría de
ella todo el tiempo que estuvieran juntos.
Ofelia y Jean pasaron todo el día conversando y
riendo sobre diversos temas. Jean era muy interesante y no había duda que con
él no habrían momentos de aburrimiento, incluso encerrados en una casa. Mientras
este había ido a la cocina a ver que prepararía para el déjeuner, ya que al parecer Jean no tenía sirvientes, Ofelia se
acerco a su escritorio y reviso sus papeles. Un montón de documentos con fechas
y acontecimientos que Ofelia no entendía se encontraban esparcidos sobre aquel
lugar.
-Será mejor que no toques eso. Me ha costado
mucho reunir esa información y mas tarde necesito trabajar en ella – dijo Jean.
-¿Qué son estos papeles? – pregunto Ofelia.
-Historia. Mucha historia de Francia. Napoleón me
contacto y me encargo reescribir la historia de Francia para el uso dentro de
las aulas educativas. Una tarea bastante ardua. Ya me han rechazado tres
trabajos que he presentado – suspiro un tanto cansado.
-¡Pero eso es un abuso! ¿Por qué tantos rechazos?
– pregunto Ofelia.
-Porque no coinciden con el propósito de su
gobierno. Creo que su esposa doña Eugenia de Montijo ha tenido algo que ver en
esto, aunque la verdad no me puedo quejar sino seré hombre muerto - terminó Jean mientras sacaba una olla y un
par de vegetales.
Ofelia ayudo a Jean a cocinar y al cabo de una
hora ambos almorzaban alegremente en el comedor. Amaba estar con Jean y la
forma en que él era tan atento con ella. Hace mucho tiempo atrás lo veía tan inalcanzable
y ahora ambos estaban sentados almorzando. Jean devoraba comida con mucha
hambre. Ofelia concluyo que quizás a todos los franceses les gustaba mucho
comer , ya que había visto la misma situación en la casa de los Vangor.
Habiendo ya terminado de almorzar ambos se dirigieron a un sillón cercano y
mientras Jean limpiaba sus anteojos, Ofelia comenzó a cantar una antigua
canción escocesa. Le encantaba interpretar aquellos temas típicos de su antigua
patria. Jean sonrió al oír la voz de Ofelia y le dio un fuerte abrazo. Ofelia
se apretó de Jean y sin darse cuenta ambos cayeron dormidos.
Repentinamente Ofelia despertó. Estaba todo muy
oscuro y con la luz de que daba la luna desde la ventana pudo ver que Jean estaba a un lado del sillón
profundamente dormido, con los lentes corridos. Se levanto a buscar un
candelabro que estaba cerca y encendió las velas en el. Al tomarlo lo observo
bien y noto que tenia siete velas. Se sintió muy extrañada ya que recordó el
sueño que había tenido hacía muy poco. El candelabro era exactamente igual al
que había visto ahí. Iluminó con el toda la estancia y miro los estantes de
Jean. Tenía algunos libros en un idioma que ella no podía comprender, ya que
sus símbolos eran bastante raros. El único libro que reconoció fue el Talmud ya
que una vez lo había leído, hacia mucho tiempo…
Una extraña corriente de aire entro y apago
todas las velas del candelabro, menos la del medio. Ofelia sintió como el miedo
le recorría el cuerpo y decidió ir a despertar a Jean. Cuando iba en camino
hacia el sofá algo cayó del techo y se interpuso. El antiguo traje de caballero
termino de confirmar sus horrores. Aquella criatura que tanto la perseguía
estaba de nuevo y esta vez le estaba demostrando que no era un sueño. Alargo
sus brazos enormemente y envolvió de oscuridad la estancia. Ofelia se sentía
atrapada y pensó que moriría. Aquel hombre largo se movía alrededor de ella y
comenzaba a darle golpes con su cabeza. Intentaba esquivarlos mientras el
avanzaba, pero cada vez el espacio se reducía mas. Sentía que todo acabaría
pronto y solo atino a gritar lo más fuerte que podía.
Las luces se prendieron y sintió como alguien
la sacudía fuertemente. Abrió los ojos y vio a Jean con una cara de mucha
preocupación observándola.
-¿Qué te ocurre? Estabas gritando como si
hubieras visto al mismo demonio – dijo Jean
-Estaba ahí Jean. Todo este tiempo me ha
seguido. Es un monstruo horrible y no me quiere dejar en paz – lloro Ofelia.
Jean la abrazo fuerte y Ofelia sintió que
hablaba en un extraño idioma. Lo único que alcanzo a notar era que pronunciaba
mucho la palabra “Tulpa”. Esos eran los momentos en los cuales a Ofelia le
parecía que Jean era mucho más misterioso de lo que pensaba. Sentía mucho miedo
aún y no quería que él la dejara sola.
-Debes superar tus miedos, Ofelia. Si no lo
haces, esa criatura te seguirá molestando – le aconsejo Jean.
-¿De verdad me crees, Jean? – pregunto Ofelia.
-Sí. Siempre te creeré. Creo que será mejor que
nos acostemos. Es tarde y mañana te pasarán a buscar temprano – le sugirió
Jean.
Ambos fueron a la habitación de Jean y se
recostaron en la cama de este. Ofelia cayó dormida a los pocos momentos,
abrazada por Jean, sin darse cuenta que la criatura los seguía observando desde
el techo de la habitación
.
***
A la mañana siguiente Armand y Alvar pasaron
temprano a recoger a Ofelia. Jean la había despertado muy temprano por lo que
cuando los chicos habían llegado, ella ya estaba de pie y lista. Se despidió
robándole un beso, a pesar de que este se había negado al principio. Le
pregunto la fecha de su próximo encuentro, acordando que sería la semana
siguiente. Ofelia tomo el carruaje y partió a la casa de los Gravois. Mientras
iba en el camino Alvar le hablo:
-¿Cómo estuvo la velada? ¿Muy movida? –
pregunto levantando una ceja.
-No seas irrespetuoso, es una mujer. No debes
tratarla así – reprendió Armand serio.
-No se preocupen. Estuvo tranquila. Gracias –
contesto Ofelia un tanto molesta.
Alvar al notar el peso de sus palabras cambio
el tema rápidamente.
-Tengo una sorpresa para ti, que seguro amarás
–
-¿Cuál? – preguntó Ofelia.
-Anne llego ayer en la noche a casa y esta
ansiosa por verte- le dijo Alvar.
Ofelia salto de la emoción y apenas hubo
llegado a la casa encontró a Anne esperándola en su habitación. Se lanzó hacia
ella en un fuerte abrazo y esta le dijo:
-Bonjour Ophélie! Comment ça va? –
-Trés bien!- contesto feliz.
-Quiero que me cuentes todo tu viaje. Muero por conocer cada detalle, pero
antes deberías cambiar tu vestimenta. Mis hermanos me contaron donde pasaste la
noche – señalo guiñando el ojo y riendo.
Habiendo terminado de colocarse prendas distintas se sentó con Anne en unas
sillas que se encontraban dispuestas en la habitación, donde procedió a
contarle toda su travesía desde Dover hasta Paris, aunque detalles como el
extraño hombre que aparecía de improviso, los guardo para ella misma para que
no la llamaran loca.
-Oh, ¡Que cosa mas ajetreada! Pero estoy feliz que hayas llegado bien. Mamá
aún no sabe que estoy aquí porque llegué muy tarde anoche – dijo Anne.
-Quiero saber como llegaron a la ciudad ese día que me fui con James –
pregunto Ofelia.
Anne la miró con una extraña expresión en su rostro. Parecía que algo le
incomodara un poco y así se lo hizo saber cuando comenzó a hablar.
-Bueno, después que tú arrancaste con James, Coraline y yo decidimos partir
a caballo hacía la ciudad. Llegamos sanas y salvas a nuestro destino, pero algo
que no esperábamos nos ocurrió –dijo un tanto temblando.
-¿Qué sucedió? – preguntó Ofelia.
-Cuando íbamos adentrándonos hacia el centro de la ciudad, pudimos notar un
cadáver en la calle.
Estábamos horrorizadas ante tal imagen y decidimos
acercarnos. Estaba totalmente quemado y con una expresión de horror en su
rostro que ni el fuego pudo borrar – contesto Anne con una mueca de terror en
su rostro.
-¿Qué hicieron? –
-Coraline comenzó a buscar a algún soldado mientras yo me quedaba con el
cadáver, cuando de improviso una figura salió de atrás de unos arboles. Nunca
había sentido tanto miedo en mi vida –
Ofelia tenía los pelos de punta escuchando lo que Anne le relataba, pero
aún así no quería hablar ya que no quería interrumpir a Anne.
-Era una criatura horrible. Ocupaba una extraña mascara en su cara y tenia
los brazos y piernas descomunalmente largos. Caminaba hacía nosotras como una
extraña araña y parecía que se alargaba a medida que avanzaba. Quedamos
congeladas y, para peor, nadie venía a ayudarnos. Cuando ya pensamos que
estábamos perdidas repentinamente una casa ardió en llamas y aquella figura
comenzó a trepar por las ramas de los arboles y desapareció. Con Coraline
miramos hacia el lugar que se estaba prendiendo fuego y vimos como una mujer huía
cojeando. A los poco pasos cayó y los soldados llegaron. Se descubrió que ella
había estado ocasionando los incendios todo este tiempo. Al parecer había sido
una antigua paciente del doctor Hopkins – finalizó Anne.
Ofelia quedó helada y no sabía que decir. Aquella criatura que Anne y
Coraline habían visto era la misma que a ella la había estado persiguiendo todo
este tiempo. Un tanto nerviosa preguntó.
-¿No les dijeron a los soldados sobre esa cosa que apareció primero?-
-La verdad no. Hubieran pensado que estábamos locas. Con Coraline creemos
que quizás era algún animal extraño o quizás un brujo. Hay tantas cosas
extrañas en este mundo – finalizó Anne.
-¿y por qué quisiste venir? – pregunto Ofelia cambiando de tema.
-Porque cada cierto tiempo tengo que volver a Paris. Por otro lado, tengo
que arreglar algunos asuntos-contesto Anne
-¿Qué pasó con Coraline y James después de todo lo que paso? – preguntó Ofelia.
-James se fue a América ya que quiere recorrer todo el continente y conocer
diversos lugares. Coraline esta trabajando en un hospital y me pidió que te
diera muchos abrazos y que vuelvas pronto. Como ves, ya no eres culpable de lo
que se te cargaba. No tienen ningún derecho a capturarte.
-Aún así no puedo volver. No tengo nada ahí y no creo que mis padres estén
contentos de verme de vuelta…
Al decir estas palabras notaron que ya era hora del desayuno y bajaron al
comedor. Antoinette dio un grito de emoción al ver a su hija y la abrazo
fuertemente al verla. Comieron todos juntos esa mañana, mientras Anne contaba
todas sus experiencias en Inglaterra a su madre. Antoinette quedó horrorizada
al escuchar la historia que la había ocurrido a Anne con Coraline y casi lloró
ahí mismo. Por el contrario, Alvar parecía muy divertido al escuchar eso,
mientras que Armand tenía un expresión seria en el rostro. Ofelia llegó a la
conclusión que esos dos hermanos eran muy opuestos a pesar de que se llevaban
muy bien.
El día pasó tranquilo. Alvar y Armand salieron al mediodía y dijeron que no
volverían, por lo que las tres mujeres pasaron la tarde solas. Cuando llego el
momento de acostarse, cada una fue a su habitación. Ofelia pensó que quizás los
chicos habían desistido de la idea del club nocturno, cuando sintió unos golpes
en su puerta. Alvar la esperaba vestido de una manera muy extraña. Estaba
usando un elegante frac, aunque un tanto
extravagante.
-Lista para el show – dijo Alvar.
Al ver que no tenía salida tomo su capa y salió con Armand. El carruaje los
llevo justo al centro de Paris, donde por unas escondidas calles se bajaron.
Ofelia miró a su alrededor y solo vio edificios. No tenía la fachada de ser un
lugar donde se podía establecer un club artístico.
-Por acá. Hemos escondido la entrada ya que en realidad estamos
clandestinamente instalados acá- dijo Alvar sonriendo.
Tomo a Ofelia de la mano y caminaron hacía la puerta de lo que parecía una
casona vacía. Toco la puerta tres veces y una pequeña ventanilla se abrió.
-Contraseña – pregunto una voz.
-Eugene est une grand chienne!
-D’accord –dijo la voz mientras
abría la puerta.
Ofelia entró al lugar y un gran letrero con letras de colores la recibió.
Era bastante llamativo y tenía la siguiente inscripción:
LE
CLUB POUR LA RÉPRESSION ARTISTIQUE
Tout
le monde est bienvenu!
c’est
le libéralisme, c’est la vie!
Ofelia quedo un tanto sorprendida,
pero creía entender un poco el objetivo de este club. Al mirar a su alrededor
vio muchas mesas apiladas frente a un escenario donde, esperaba ella, ahí
tendría que hacer su show. No había mucha gente. Armand se paró al frente del
escenario y hablando muy fuerte dijo:
-¡Bienvenidos todos! Estamos acá
para poder expresar lo que no quieren que se sepa. Este es el lugar donde
podremos ser libres amigos y donde podremos decir las cosas tal como son. ¡No
mas opresión! ¡No mas censura! –grito.
Toda la gente comenzó a aplaudir y a
lanzar vítores. Alvar le señalo a Ofelia caminar por detrás del escenario donde
habían mas personas con bastantes instrumentos. Supuso que ellos serían la
banda que le habían dicho.
-Bien chicos, os presento a la cantante que les
prometí: Ofelia – dijo sonriendo coquetamente.
En el lugar habían cuatro personas, las cuales se
fueron presentado una por una. El primero era un hombre ya maduro que tenía una
gran nariz y una expresión aburrida en su rostro. Se llamaba Charles y era
quien tocaba el piano; el segundo, un joven con cara amigable y cabellos rubios
como los de Anne, se llamaba Diègue y era el encargado del violín; el tercero
era joven pero muy tímido. Se llamaba Etienne y era encargado de la guitarra;
finalmente, el último era una niña de casi la misma edad de Ofelia, la cual se
llamaba Hélène, quien era encargada de la flauta.
Luego de haber conversado unos pocos minutos y de
haberse puesto de acuerdo sobre las canciones que interpretarían, salieron al
escenario. Para suerte de Ofelia, Alvar les había encargado un repertorio que
ella conocía por lo que al momento de cantar no se le hizo dificultoso. Este
consistía en versiones modernas de algunos cantos escoceses e irlandeses, junto
con algunas canciones francesas que Anne le había enseñado en Inglaterra. Agradecía
a su gran capacidad de siempre recordar canciones, ya que esta la estaba
ayudando mucho en aquel momento.
El espectáculo se desarrollo con tranquilidad y
entusiasmo por parte de los músicos y del publico. Al terminar el show, fueron
despedidos por Armand, quien era el anfitrión del club, siendo aplaudidos por
el publico. Ofelia se sintió bastante bien luego de haber estado en el
escenario y pensó que no sería tan mala idea formar parte del elenco artístico
de ese club.
***
Trabajando por las noches y llegando
a escondidas por las mañanas para no levantarle sospechas a Anne ni a Antoinette
había estado pasando los días Ofelia. Su encuentro con Jean el día que
acordaron llegó y, a diferencia de la vez pasada, pasearon por las calles de
Paris donde el le mostró y explico algunas partes de esta, dándole una breve
reseña histórica. Ambos pasaron una muy hermosa tarde juntos y parecía que lo
que se había propuesto Ofelia iba bien encaminado. Sin embargo, luego de esa
cita, Ofelia no vio mas a Jean. Los días pasaban y pasaban y parecía que Jean
se había esfumado de la faz de la tierra nuevamente. Le escribió una carta
preguntándole que le había ocurrido, ya que no quería molestar a los hermanos
quienes estaban ocupados viendo detalles del club nocturno, a lo que Jean le
contesto a los días que estaba trabajando duro en el documento que le habían
encomendado, por lo que no tenía tiempo. A pesar de eso, le prometía que a
penas pudiera se verían de nuevo. Una extraña sensación la invadió y temió que
la historia se comenzara a repetir otra vez.
Por otro lado, había estado teniendo
unos extraños sueños en los pocos momentos que podía dormir en el día. Aquella
criatura se presentaba ante ella mas clara que nunca y ya estaba teniendo miedo
hasta de su propia sombra. La verdad, no se había estado sintiendo bien. Estaba
viendo todo el lado malo de la moneda en este ultimo tiempo ya que a pesar de
que le agradaba la idea de participar en el club, este la estaba agotando.
Había conocido mejor a los franceses y recordaba lo que le había dicho Anne en
un principio; muchos de ellos rehusaban conversar con ella cuando sabían que
era inglesa. Parecía que tenían una vena de superioridad integrada en su cuello
contra aquellos que no hablaban su mismo idioma.
Antoinette y Anne se preguntaban
constantemente el por qué del cansancio de Ofelia. Anne había estado comenzando
a sospechar por lo que un día le pregunto:
-¿Por qué ayer no estabas en la
noche cuando te vine a ver? Lo mas extraño es que ni Armand ni Alvar estaban en
sus dormitorios tampoco. Quiero que me cuentes que se traen mis hermanos y tú.
Quiero la verdad – dijo con una seriedad que nunca había visto en ella.
Ofelia no tuvo mas opción que
agachar la cabeza y contarle todo a Anne. La verdad era que ya casi no estaba
soportando todo lo que estaba ocurriendo.
Anne se horrorizo ante lo que Ofelia le contaba y una nota de enojo
comenzó a aparecer en su rostro. Este empeoro más cuando Alvar y Armand
irrumpieron en la habitación rápidamente. Lucían bastante nerviosos.
-Con ustedes quiero hablar. No puedo
creer lo que han estado haciendo y más aún involucrar a Ofelia en sus sucios
asuntos. ¡IMBÉCILES! ¿Acaso no ven todo lo que mi mamá ha sufrido con la muerte
de mi padre para que ustedes quieran empeorar la situación? De Alvar podía
esperarlo, pero de ti Armand no lo puedo creer… - dijo Anne enojada.
Armand y Alvar se miraron el uno al
otro con vergüenza. Se acercaron a Anne en silencio y luego miraron a Ofelia. Un
aura extraña los envolvía a ambos y al parecer no tenían nada bueno que contar.
-Justo veníamos a hablar de eso
contigo y sobre otro asunto mas que creo que te interesará –dijo Armand.
-¡Nada de asuntos! Les exijo que acaben esta
locura ahora mismo o mi madre se enterará de lo que están haciendo. – grito
enojada. Todo el rastro de bondad que alguna vez había tenido ya no estaba en
su rostro.
-Miren quien habla, la que ayudo a una fugitiva a
esconderse en Francia. Lo siento hermana, pero no tienes autoridad moral para
reprocharnos nada – dijo Alvar con una sonrisa falsa y maliciosa en su rostro.
-Pero es distinto… tu no puedes… - tartamudeo Anne
con enojo.
-¡Basta! No podemos pelear ahora. No con la
situación que se nos acaba de presentar. Eso ya lo sabes Alvar – dijo Armand
molesto poniendo fin a la discusión.
Ofelia se sentía muy mal observando aquella escena
y no podía evitar sentirse un tanto culpable de todo lo que pasaba.
-Tenemos dos noticias que a ninguno nos favorece.
La primera es que alguien ha avisado a la escuadra especial de doña Eugenia de
Sortijo sobre la existencia de un club con ideas liberales. Lo más seguro es
que en cualquier día nos atraparán y lo mas prudente sería terminar todo ahora
mismo. El problema es que no podemos cancelar el show de esta noche.
Importantes figuras de oposición se reunirán y no podemos no recibirlos –dijo
Armand preocupado.
Ofelia miró sorprendida y una nota de pánico entro
en ella. Anne miro con una expresión incrédula en su rostro mientras Alvar se
dirigía esta vez a Ofelia.
-Por otro lado tenemos malas noticias para ti
Ofelia. Hace un tiempo atrás me llegaron rumores de que habian visto a Jean con
otra mujer – dijo Alvar.
Ofelia sintió que un cubo con agua fría encima de
ella. Sus temores se estaban comenzando a convertir en realidad y creía que en
cualquier momento todo acabaría en una tragedia. Sin ni siquiera pensar preguntó:
-¿Cómo? ¿Tienes informantes sobre Jean? – pregunto
un tanto incrédula.
-Nunca me gusto ese tipo – dijo Armand.
-La verdad es que a mi tampoco, por lo que le pedí
a algunos amigos que le echaran un ojo. Me informaron que lo han
encontrado estas últimas semanas paseando
con una mujer alemana llamada Tammy. Al parecer tienen una relación muy cercana
ya que se dan la manito y los han visto entrar a la casa de Jean – apuntó
Alvar.
Ofelia no quería creer lo que le
decían. Por un momento había pensado que todo podría funcionar y ahora esta
noticia llegaba de improviso. Muchas cosas le comenzaban a hacer sentido y un
tanto de rabia comenzaba a crecer contra Jean. Quizás el era solo un sin
vergüenza que le gustaba engatusar mujeres para pasar el rato y ella había
caído dentro de su innumerable lista. Ahora que lo pensaba, quizás por eso
mismo le había negado la oportunidad de estar con él.
-También me llego el rumor de que hoy irían al club…- dijo Alvar levantando
una ceja.
Ofelia se levanto y los miró fijamente. A pesar de la tormenta que tenía en
su cabeza sabía que tenía que confirmar con sus propios ojos todo lo que le
estaban diciendo. Había llegado el momento de saber la verdad por completo y
estaba dispuesta a correr cualquier riesgo. Subió su mirada a los hermanos y con
una voz un tanto fría les dijo:
-Tenemos que hacer el show de hoy. Podemos avisar ahí mismo sobre la
situación del club. No podemos dejar pasar esta noche –
-No puedo creer lo que están hablando – dijo Anne indignada.
-Estoy muy de acuerdo. Será la última noche, así que tranquila hermanita.
¿Qué opinas tu Armand? – preguntó Alvar.
-Opino igual a Ofelia. Tenemos que hacerlo aunque sea un riesgo. Luego de
esto será mejor estar callados un buen tiempo y sobre todo no alertar a mamá.
¿Podemos contar contigo Anne?
Anne miro enfadada a los tres y refunfuño muy fuerte. Luego de un silencio
mortal de unos tantos minutos Anne les dirigió la palabra un poco mas calmada.
-Esta bien, pero deben prometer que esta será la última noche – dijo Anne
medio recuperando la gentileza que estuvo perdida en su rostro.
-Prometido – dijeron los tres al mismo tiempo.
Ofelia estaba decidida. No le interesaba lo que pudiera ocurrir esa noche.
Necesitaba ver a Jean y aclarar todas sus dudas y si estas eran ciertas tendría
que enfrentarlo. Mas tarde podría pensar que haría con su vida.
***
Nunca un día había pasado tan lento para Ofelia. Las horas andaban
lentamente y parecía que nunca llegaría la noche. Antoinette había estado
bastante pendiente de Ofelia y sus hijos y por un momento creyó que ya se había
enterado de todo. Mientras almorzaban todos juntos ella dijo:
-Hijos mios, estoy muy contenta de tenerlos a todos compartiendo el
almuerzo conmigo en la mesa –
Todos sonrieron y expresaron sus sentimientos de vuelta. Ofelia sintió el
amor de Antoinette brotar por sus poros y no pudo evitar sentir ternura en
aquel momento.
-Aunque estoy algo preocupada. Tuve unos sueños muy feos con ustedes –dijo
apuntando a Armand y a Alvar - por favor cuídense, pase lo que pase – dijo mientras
tomaba un pañuelo y se sonaba.
Ambos hermanos miraron a su madre y prometieron que no harían nada malo. El
ambiente cada vez se volvía más denso y parecía que se podría cortar con un
cuchillo.
-Ofelia –dijo volteándose hacia ella – sé que no es asunto mío inmiscuirme
en esto, pero no te he visto muy bien. Te notas muy triste y cansada y creo
saber el por qué. Ese hombre no es nada bueno para ti. Eres guapa y muy
inteligente. A cualquier hombre le gustaría casarse contigo. Piensa bien lo que
haces – dijo con tono maternal
Ofelia no entendía muy bien lo que Antoinette estaba haciendo. Hablaba como
si se despidiera de todos. Daba la impresión de saber mas de lo que hablaba y
estaba mas que segura de que ella lo sabia. Por lo menos en un nivel subconsciente.
Luego de haber dicho todas esas palabras Antoinette pidió permiso y se fue
recostar a su habitación ya que se sentía un tanto enferma.
La tarde pasó tranquila y sin ningún inconveniente. Armand y Alvar salieron
a los pocos momentos de haber terminado el
dejéuner, mientras que Anne y Ofelia se sentaron en el salón a tomar té y
conversar de la vida. Anne parecía estar de mejor humor que el día anterior y
hablaba en el mismo tono dulce que usualmente poseía.
-Pobre mamá, pareciera que sospechara lo que esta pasando – dijo Anne.
-Sí, eso estaba pensando hace un rato. Tengo un poco de miedo por lo que
pueda pasar esta noche –dijo Ofelia.
-Yo también. No podré pegar un ojo en toda la noche. No quiero que les pase
nada malo a ti ni a mis hermanos. Mamá no soportaría otra muerte en la familia,
ya ves lo sensible que es – dijo mirando por la ventana.
-No sé qué hacer Anne. Creo que nada salió como yo había esperado – apuntó
Ofelia triste.
-¿Por qué dices eso? – preguntó Anne.
-Creo que todo el esfuerzo que hice para llegar acá no ha servido de nada.
Aún no me quiero convencer de lo que me han dicho de Jean es cierto, pero si lo
es ya nada tiene sentido. Creo que lo mejor que puedo hacer es devolverme a
Inglaterra después de esto- dijo mirando los azules ojos de Anne.
-Es solamente tu decisión. Coraline estará ansiosa de esperarte, ella ya me
lo dijo. Pero creo que antes de todo debes asegurarte. Quizás mis hermanos
están mintiendo. No siempre creas todo lo que te dicen – dijo Anne.
Ofelia pensó detenidamente un momento. Lo que Anne decía también tenía
sentido. No todo lo que decían tenía que ser absolutamente verdad. Tenía que
comprobar primero y después hacer un juicio sobre lo que podría estar pasando.
Quizás todo había sido un malentendido y solo se estaba haciendo falsas
expectativas.
Un granito de esperanza creció en su corazón. Sonrió a Anne y
esta le dio un fuerte abrazo.
-Hay que prepararse. Hoy es tu último show y debes verte muy bien – dijo
Anne tomándola de la mano y llevándola a su habitación.
Pasaron el resto del tiempo que les quedaba buscando la vestimenta adecuada
para Ofelia. Esta quería lucir extravagante y, en cierto modo, recordar como había
llegado a Francia, por lo que escogió su ropa cuidadosamente. Luego de haber
terminado con el vestuario, el peinado y los últimos retoques al rostro de
Ofelia, Anne exclamo feliz:
-¡Te ves divina! –
Ofelia se miro en el espejo más cercano y sonrió. Había decidido colocarse
un traje masculino, aunque bastante ajustado a su cuerpo, que la hacía ver muy
bien. Lucía exactamente como había pensado hacia unas horas atrás. Noto que su
pelo le había crecido bastante y que a la vez hacía un hermoso contraste con el
maquillaje que Anne había aplicado en su rostro. Una hora más tarde los
hermanos llegaron a buscar a Ofelia para llevarla al club.
-Por favor, cuídense mucho – dijo Anne preocupada.
-Lo haremos – dijo Armand subiendo y dando rienda a los caballos.
Parecía que el carruaje volaba por las calles. Ofelia no sabia como hacia
Armand para que los caballos anduvieran tan rápido con el. Ofelia no alcanzo a
observar detenidamente por la ventana cuando ya habían llegado al club. La
noche estaba especialmente fría y la luna colgaba llena y sangrienta en el
cielo. Le pareció extraño que la luna estuviera tan roja. No creía que fuera un
muy buen augurio en tiempos como los que estaban pasando en esos momentos.
Entraron al club y Ofelia noto que
las mesas estaban repletas de personas. Había estado notando que en los últimos
días el club cada vez se llenaba de más personas, pero nunca había caído en
cuenta que eran tantos. Al parecer Alvar contactaba personas que fueran
simpatizantes de los ideales que ellos tenían y los invitaban a pasar una
velada entretenida en este local nocturno. Los mozos se movían por todos lados llevando
diversos tragos a las mesas y Armand pasó al escenario.
-Amigos y amigas – dijo con voz fuerte para que todos escucharan – el
último show de la noche comenzará dentro de veinte minutos. Por el momento
pueden servirse las especialidades que tenemos para ustedes como también… -
siguió con un tono bastante grave.
Ofelia decidió que aún no era momento de pasar a los camarines con los otros
músicos, por lo que quiso sentarse en una de las mesas y tomar un trago antes
de empezar. Nunca había probado los licores que servían en el club y Alvar no
se negó a que Ofelia tomara un breve descanso antes del espectáculo. Tomo
asiento cerca del escenario, en donde había dos mesas desocupadas. Miró al
escenario y vió como Diègue subia con su violín y hablaba al publico.
-Ofreceré una pieza de violín como antesala para el show estelar – dijo
mientras sonreía a Ofelia.
Ofelia sonrió de vuelta y comenzó a escuchar la dulce melodía que Diègue
ofrecía, a la vez que esperaba que el mozo trajera su trago. Observo a su
alrededor y vio como toda la gente conversaba sobre temas que ella ni siquiera
tenía deseos de entender. Empezó a jugar con sus manos cuando de improviso una
extraña voz la saco de sus ensoñaciones. Era femenina y áspera, casi con un
acento gutural. Hablaba un francés muy extraño y le costaba entenderle a ratos.
Miró hacia adelante y noto como una mujer alta y guapa guiaba a un joven de tez
morena y lentes hacia la mesa que estaba delante de ella.
-Es un herrmoso club, Jean. Me gustarría tomar una copa de guinebrra – dijo
la mujer.
-Busquemos al mozo y pidamos dos vasos… - no termino de acabar la oración
cuando quedo en seco al ver a Ofelia en la mesa del frente.
Intercambiaron miradas rápidamente y Jean le siguió hablando a la mujer
como si nada hubiera pasado.Ofelia no sabía qué hacer y finalmente decidiendo
lo que haría se levanto y haciendo como que no sabía nada de lo que estaba
pasando se acerco a la mesa de Jean. Hablando el mejor francés que pudo le
dijo:
-Bonsoir-
La mujer miró despectivamente a Ofelia. Al parecer el atuendo masculino de
esta le hizo pensar que se trataba de algún vagabundo que había entrado al club
a molestar. Apretó su nariz, haciendo una extraña careta y le pregunto a Jean:
-¿Quien es este hombrre?-
-No es un hombre, Tammy. Es una mujer y se llama Ofelia – dijo hablándole a
ella y luego dirigiéndose a Ofelia- Nunca me dijiste que hablabas Francés.
Pensé que solo hablabas Inglés…-
-¿Es una amiga tuya? – pregunto Tammy.
-Sí- respondió Ofelia un tanto
triste.
Tammy tenía un extraño acento que parecía ser alemán. Las “r” parecía escupirlas mas que
pronunciarlas. Recordó que Alvar le había dicho que era de origen alemán así
que su pensamiento le hizo sentido. Tammy era muy hermosa, tenía el cabello
negro y los ojos de un color café intenso. Usaba un pomposo vestido que la
hacía ver mas bella de lo que era. Tenía cara de ser un intelectual, aunque a
Ofelia no le agradaban mucho sus gestos ni las caras que ponía al dirigirse a
ella.
-¿Qué haces por acá Ofelia? – pregunto Jean intentando llevar la situación.
-Trabajo acá. Soy la que da el show principal. ¿Y tú? – preguntó fríamente
-Vine a pasar la noche acá con Tammy. Ella es una…-
Jean se detuvo en ese momento, a lo que Tammy se apresuro a responder:
-Su futurra prrometida. Hace muy poco que nos conocemos perro ya estamos en
planes de tener algo mas. Hemos pasado un tiempo marravilloso juntos y
querremos seguir estando juntos. - dijo
abrazándolo.
Ofelia se sintió muy mal. Unas
fuertes ganas de llorar le inundaron y lo único a lo que atino fue a salir
corriendo. Jean se levanto de la mesa rápidamente y la alcanzo cerca del bar.
Esta la tomo de los hombros y le dijo:
-Dejame explicarte…-
- ¿Qué tienes que explicarme?– le replico aguantando las lagrimas.
-Lo siento mucho. Debí decírtelo, pero no me atrevía. Es verdad. Estoy con
Tammy y nos queremos mucho.
Me siento bien estando con ella. Creo que de verdad
quiero estar con ella –dijo suspirando.
-¿y yo, por qué Jean, por qué yo no? – pregunto Ofelia.
Jean se quedo callado e inmóvil. Ofelia lo miró y con sus manos seco una
lágrima que se la había escapado.
El show comenzaría muy pronto y tenía que ir
con los músicos.
-Me tengo que ir – dijo seria.
-¿Estarás bien?- dijo preocupado.
-Eso yo lo sé – dijo mientras corría detrás del escenario.
***
Todos los músicos tomaron posiciones en el escenario y Ofelia se sentía preparada
para cantar. Necesitaba expresar todo lo que sentía en su corazón y esta vez lo
haría frente a la persona que ella mas deseaba que la escuchara. La voz de
Armand los presento y la triste melodía del violin comenzó a danzar en al aire
junto a las notas de la flauta. El piano pintaba paisajes alrededor del escenario
mientras la guitarra ofrecía sus notas desnudas al público. Ofelia al medio de
todo ese ambiente sonoro comenzó a cantar. La voz de Ofelia llenó toda la
estancia y pudo observar como todos la escuchaban atentos. Jean miraba incomodo
a Ofelia mientras que esta se movía e interpretaba arriba del escenario.
Que extraño había sido todo. Aquella historia que había comenzado tan lejos
terminaba en ese lugar. Quizás nunca sabría todo lo que había ocurrido en
realidad. No podía pretender querer saber todo ni seguir luchando por algo que
ya se le había demostrado desde un principio que no tenía final. Había sido muy
ciega y eso le había costado muy caro. Era curioso como había hecho tantos
sacrificios por alguien que simplemente no lo valoraba, pero ¿no era la vida
así? Nadie sabe si lo que hace será tomado en cuenta o no y solo queda el
consuelo de que todo lo hecho fue con la mayor sinceridad que el corazón puede
ofrecer. Las notas comenzaban a llegar al final de la canción y la tranquilidad
inundo su pecho. Sabía que todo había ocurrido por algo y que las coincidencias
no existían. Ella era mas fuerte que nunca y no dejaría que nada la volviera a
echar debajo de nuevo. Nunca más.
Desvió su mirada al techo y diviso como aquella criatura de brazos y piernas
largas colgaba de una lámpara. Su rostro plano la observaba y noto que
comenzaba a acercarse hacia ella como siempre lo hacía. Sabía que esta era su
oportunidad. Tenía que vencer esto, tenía que hacerle frente y hacerle ver a
esa horrible criatura que ella era más fuerte. Recordó lo que Jean le había
dicho hacia unas semanas atrás y decidida decidió actuar lo mas rápido posible
solo dejándose guiar por su corazón. Levanto su mano y apunto a la criatura.
Esta se detuvo y Ofelia casi pudo notar que una sonrisa maliciosa se dibuja en
el plano rostro de esta. Ofelia sonrió al mismo tiempo mientras que la criatura
alargaba sus brazos y piernas monstruosamente devolviéndose tranquilamente al
lugar donde estaba al comienzo. Había superado sus miedos y ahora ella podía
controlarlos. Todo había terminado.
Ofelia suspiro y junto con los últimos acordes pensó que ya todo llegaría a
su esperado fin, mas un gran sonido los quito a todos de su ensoñación. Todas
las ventanas del lugar reventaron al mismo tiempo causando gran estruendo y
conmoción. La música se detuvo y toda la
gente comenzó a levantarse. Todos gritaban desesperados ya que sorpresivamente junto
al ruido de los cristales la puerta principal cayó derrumbada. Varios soldados
entraron y uno de ellos gritando dijo:
-En nombre de la guardia de nuestra excelencia doña Eugenia de Sortijo
están todos detenidos. ¡Soldados! Disparen a quien se oponga – terminó el
soldado.
Los soldados estaban a punto de empezar a disparar cuando a Ofelia se le
ocurrió una idea. Miró a la criatura que estaba mirando todo desde el cielo y
esta obedeciendo con la mirada se lanzo contra el techo que estaba arriba de
los soldados. Este cayo en tan solo segundos sobre los soldados mientras una
muralla de los costados caía. Un segundo estruendo sonó y todos horrorizados
vieron como una horrible llamarada salía del bar consumiendo todo lo que estaba
alrededor. Al parecer la pólvora de las armas se mezclo con los licores
haciendo una combustión espontanea. Todos comenzaron a correr despavoridos por
el hueco que se había hecho en la pared. Ofelia buscó a Armand y a Alvar para
escapar, pero no los pudo encontrar entre el humo y la gente que huía del lugar
para escapar hacia la calle y esconderse en las oscuras calles de Paris.
Toda la calle estaba rodeada de personas curiosas que veían como el lugar
se quemaba y mientras Ofelia salía a
respirar un poco de aire puro pudo notar una mano que la tomaba por detrás.
Antoinette seguida de Anne recorría nerviosa el lugar. Desesperada preguntó:
-Mis hijos, ¿Dónde están?-
Ofelia no tenia ni idea. Cuando había escapado los había mirado para ver si
los encontraba y no pudo notar ni rastro de ellos. Le dijo eso a Antoinette y
esta salió corriendo despavorida hacía el lugar que ardía en llamas. Anne siguiéndole
rápidamente alcanzo a decirle a Ofelia:
-Vienen mas soldados. Hay que huir antes que lleguen. Ayúdame a buscar a
mis hermanos y vámonos lo antes posible – terminó nerviosa.
Ofelia corrió detrás de Anne y juntas alcanzaron a Antoinette impidiéndole que
entrara en el lugar. Esta se resistió llorando fuertemente diciendo que daría todo
por sus hijos. Nunca Ofelia había tenido que contener a una persona del tamaño
y peso de Antoinette, lo que era bastante difícil por lo demás, sobre todo en
la situación que se encontraban. Luego de que un poco de humo se hubiera
disipado Armand salió del lugar con su hermano en su espalda. Tenía una
expresión de horror en su rostro cuando dejo a su hermano en el suelo. Este estaba
inconsciente y no parecía reaccionar. Antoinette se acerco a él y le habló
nerviosamente.
-Hijo, por favor, reacciona. Hijo. Vamos, háblame. Soy tu madre, hijo no me
dejes, por favor no… - dijo quebrando su voz.
Alvar no reaccionaba. Su rostro brillaba con el fuego que lo consumía todo
y la noticia de que el ya no despertaría fue entendida por todos en tan solo
segundos. Antoinette se acerco al cuerpo de su hijo y lo abrazo mientras
lloraba fuertemente. El carruaje de los Gravois llego a los pocos momentos y
subieron de inmediato a la vez que los caballos rugían llevándolos rápidamente
de vuelta a la casa de ellos. Ofelia
miró por la ventana de este y pudo observar a Jean arrancando con Tammy por las
calles de Paris. La miró por unos momentos y Ofelia sobrepasada por todo lo que
había pasado giro el rostro ante ese ultimo intento de conciliación.
***
Un mes había pasado desde el incidente en el club. Los funerales de Alvar
se desarrollaron con tranquilidad y se invento que el motivo de su muerte fue
una enfermedad mortal que el ya poseía. Mas tarde, y mas repuestos todos del trauma,
Armand confirmo que parte del techo que había caído le había alcanzado a Alvar
lo que le produjo la muerte instantánea. Al parecer nadie del club fue atrapado
y la noticia fue tapada por la prensa dejando oculta la verdadera historia de
aquel incendio.
Desde el momento que Antoinette vió a su hijo muerte no volvió a ser la
misma otra vez. No salía de su habitación, excepto para comer y solo intercambiaba
unas pocas palabras. Por suerte parecía que Anne y Armand habían tomado con más
tranquilidad la muerte de Alvar, aunque no se podía evitar sentir un ambiente
de pesadumbre en toda la casa.
Ofelia se había sentido muy triste esos días. Por un lado todo lo que había
sucedido con Jean la había hecho sentirse muy mal, mientras que por el otro se
sentía muy culpable por todo lo que había sucedido ese día ya que sabía que
todo había ocurrido cuando ella le ordeno a la criatura que parara a los guardias.
No sabía como lo había hecho, pero al parecer ella podía tener un cierto
control sobre él. Había llegado a la conclusión que aquella figura era solo una
creación de sus propios miedos y temores y que por eso la buscaba y la acechaba
continuamente. Ahora que ya lo había podido controlar parecía que había
desaparecido para siempre.
Dos semanas pasaron y todo ya parecía estar volviendo a su ritmo habitual. Cierto
día bajo al salón con Anne. Había tomado una decisión y quería informársela lo
antes posible.
-Anne, me iré de acá. Me devolveré a Inglaterra – dijo seriamente.
Anne poso su mirada en ella y la abrazo fuertemente. Luego de separarse le
dijo
-No tienes que sentirte culpable por lo que paso. La vida es así y tenemos
que seguir adelante. Tu sabes que nadie te esta echando de esta casa – dijo
Anne.
-Lo sé, pero creo que ya no tengo asunto que hacer acá. Mi historia con
Jean ya se terminó y lo mejor que puedo hacer es irme. Me devolveré a
Inglaterra y comenzaré una nueva vida en algún sector rural – dijo Ofelia
sonriendo.
Repentinamente unos fuertes pasos las interrumpieron. La gran figura de
Antoinette entro al salón. Se veía bastante alegre y vestía un hermoso vestido
color crema. Ambas se sorprendieron muchísimo al verla así y corrieron a darle
la bienvenida.
-¡Ay queridas! Me he sentido muy agobiada este tiempo, pero creo que lo
mejor que puedo hacer es dejar toda la miseria atrás y empezar un nuevo día –
dijo sonriendo sinceramente.
Las tres sonrieron y se sentaron a tomar el té. Anne le informo a su madre
sobre la decisión de Ofelia y esta dijo:
-Lamento tanto que te vayas, aunque pienso que es lo mejor que puedes
hacer. Siempre he creído que cuando una puerta se cierra, es porque se abre
otra mejor. Espero que tengas mucho éxito en tu viaje,
Ophélie – dijo guiñando
un ojo.
Con el dinero que había ganado trabajando en el club todo ese tiempo se
costeo los pasajes del tren para Calais donde, como lo había hecho en un
principio, tomaría un vapor hacia Inglaterra. Anne, Antoinette y Armand
acompañaron a Ofelia hasta la línea del tren. Todos abrazaron a Ofelia y le
desearon la mejor suerte.
-Cuídate mucho en el viaje, Ofelia – dijo Armand.
-Cuando vuelva a Inglaterra tenemos que vernos de nuevo – dijo Anne.
-Prométeme que volverás a verme algún día – apuntó Antoinette abrazando a
Ofelia.
-Muchas gracias por todo. Han sido lo mejor que pudo haber pasado en mi
vida. Nunca los olvidaré – dijo mientras se iba hacia el tren.
Ofelia tomo el tren y cerrando los
ojos dejo que las horas pasaran hasta llegar a Calais. Mientras iba en el
camino pensando en todo lo que había vivido estos últimos meses, recordó cuando
había tomado por primera vez el vapor hacía Calais. Aquella señora que le había
ofrecido irse con ella resonaba por su cabeza fuertemente. Ahora que lo
pensaba, no era tan mala idea. ¿Qué tal empezar todo de nuevo en un país donde
nadie te conoce? Tendría que aprender de seguro otro idioma, pero ¿qué importaba? Ya lo había hecho una
vez y no le costaría hacerlo de nuevo.
Apenas el tren llego a la estación de Calais, Ofelia pensó en buscar a
Francisca. Para suerte de ella y por alguna extraña o mágica razón esta estaba
fuera de la línea fumando su acostumbrado puro. Se acerco a Ofelia lentamente y
dijo:
-Pensé que ya no vendrías –
-¿Me ha estado esperando todo este tiempo? – preguntó Ofelia curiosa.
-Día tras día, querida – contestó Francisca.
Ofelia sonrió y abrazo a Francisca. Juntas fueron al puerto donde
consiguieron los boletos para el próximo vapor. Ambas esperaron cerca de la
playa, donde Ofelia le conto todo lo que había vivido los último meses, hasta
que llego la hora de tomar el vapor. Francisca tomo ambos equipajes y
dirigiéndose al vapor le dijo:
-Iré a conseguir buenas camas. Nos espera un largo viaje y lo mejor es que
podamos descansar apropiadamente. Por mientras tú arregla tu asunto pendiente
con aquel otro – apunto a la espalda de Ofelia.
Ofelia miró y vió como Jean la miraba. A veces creía que Francisca era una
bruja. Este se acerco lentamente y le
dijo:
-No sabía que te ibas-
-Sí. Me iré a otro país. Quiero comenzar una nueva vida- contestó
-Supongo que no te volveré a ver nunca más – dijo Jean un tanto triste.
-Creo que no-contestó Ofelia secamente.
Ambos se miraron a los ojos. Tantas historias habían pasado dentro de tan
poco tiempo y ahora estaban ahí, a un paso de acabar con todo y partir a
diferentes caminos con nuevas vidas. Ambos se abrazaron y Jean beso la mejilla
de Ofelia.
-Ten en un buen viaje y se muy feliz – dijo Jean.
- Gracias por todo lo que alguna vez vivimos. Cambiaste mi vida Jean y
nunca te olvidaré- contestó Ofelia.
- ¿A pesar de todo lo que paso? –preguntó Jean incrédulo.
-A pesar de todo lo que pasó- contesto Ofelia segura.
Jean le sonrió por última vez a
Ofelia y esta Caminó hacia el vapor y subió a él. Se colocó en la proa y se
dedico a mirar el puerto por última vez. Jean le hacía señales con la mano
mientras el barco partía y ella se las respondió. Jean dio media vuelta
mientras el barco avanzaba por el océano hacía el nuevo continente que esperaba
a Ofelia y a Francisca. No sabía si alguna vez más volvería a saber de los
Gravois, James o Coraline. Ahora era el momento de comenzar todo desde el principio.
La vida se encargaría de juntarlos de nuevo si tenía que ser así.
-Será mejor que entres – dijo Francisca.
Ofelia miro a Jean alejarse por última vez y entró. El viento corría
fuertemente en el mar y el sol comenzaba a esconderse en el lejano horizonte.
Jean caminaba animado con el sonido de las hojas y el viento que acariciaba su
rostro mientras recordaba a la que había sido su Ofelia. A los lejos una
silueta bailante hacia florituras en los aires anunciando que la historia de
Ofelia y Jean llegaba a su fin.
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DISCLAIMER:
Ruego perdón al lector atento si es que descubrió algún error de carácter histórico en este cuento. No fue planeado para ser un cuento de esa índole por lo que me di cierta libertad con algunos datos ;)